Un hombre cabizbajo está sentado en el vagón de un metro. Con
el tiempo, y sin darse cuenta, ha tejido en su cabeza una maraña de oscuridades.
Piensa que su relación con los demás ha cambiado, se ha vuelto fría y desdeñosa,
y experimenta el desprecio demasiadas veces. No sabe quién tiene la culpa, pero
el odio que siente podría impulsarle a cometer acciones insospechadas y
brutales. Durante el trayecto oye un aullido de hierros rechinando en su cabeza,
una voz metálica que le atosiga con la misma intensidad que su conciencia y le
propone otra forma de hacer las cosas, una alternativa más inspiradora para
salir de esa amargura. La solución es sencilla, pasa por tomar un folio y
redactar su testamento: todo lo que le diría a su mujer, a sus hijos y a cada
uno de los amigos. Es preciso que sea directo, intenso, e infiera verdad en sus
palabras. Luego debería citarse con cada uno de ellos y leerles la parte
correspondiente. Será emocionante, violento. Pensarán mil cosas. Sentirán compasión,
pena, la proximidad de lo inminente. La idea de muerte es la única maniobra que
puede cambiar el presente para que sus diferencias se vuelvan intrascendentes. Es
un recurso, una artimaña creativa que establecerá un nuevo panorama, una realidad
más alentadora para un individuo que utiliza su bajeza para sentirse más vivo.
lunes, 30 de diciembre de 2019
viernes, 6 de diciembre de 2019
LA URBE MALDITA
El bohemio errante que conduce un autobús-casa consigue
aparcar en la ciudad más bulliciosa e inquieta del mundo. Hace una parada obligatoria
porque necesita llenar de víveres el vehículo en el que viaja. Ya lo tiene
todo: comida y bebida, algunos medicamentos, productos de aseo y limpieza,
varias bombillas, herramientas para hacer algunas reparaciones, algunas
revistas y un par de libros. En el punto donde se encuentra estacionado, si contemplamos
la situación desde lo alto de un rascacielos, se aprecian miles de vehículos y personas que se
mueven como hormigas de un sitio a otro. En esta jungla de asfalto, edificios y
polución, el conductor espera el momento para asomar el morro del vehículo y salir
de la asfixiante inmovilización en la que se encuentra atrapado desde hace varios días. Pero es imposible salir de ahí. Cuando ve la oportunidad de
desencajarse de esa prisión en línea e intenta iniciar la maniobra que lo
incorporaría a la vía, pasa una retahíla infinita de brutales pirañas con
carrocería que no le dejan acceder al torrente que encarrilaría sus
viajes. El hombre, decidido a aliviar su desesperación, abre una botella de
vino y, antes de caer en la embriaguez, hace una sentida plegaria: «Dios mío, no
me condenes a la oscuridad de esta urbe ni a la vorágine de esta forma de vida,
ayúdame a encontrar un hueco entre estas perversas máquinas sin piedad. No soy digno de este caos. ¿Podrías parar el tiempo un instante? ».
sábado, 30 de noviembre de 2019
EFECTOS DE LA ANESTESIA
Enciendo la luz y ahí están los pájaros picasesos
acechándome, hinchados de libar mi sangre y mis ideas. Son tres, y me aseguran
que están en mi conciencia para darme cariño. Los cojones. Su lucidez de ave
borra mis sueños y ya no distingo nada. Me duelen los ojos. No me funciona ni
el parpadeo, ni la retina, ni el blanco de los ojos. La esclerótica, la más
externa, dura y opaca de las membranas que recubre el globo ocular, es una catarata
de flores blancas que petrifica mi visión. Al menos tengo nariz y boca, olfato
y gusto, y puedo oler y saborear lo que sienten las personas. Os aseguro que la
culpa y la rabia tienen fragancia; y la venganza sabe a soja por la mañana y a jengibre
por la noche. Hay un gato agazapado en la geometría de mi barba y los ángulos
muertos de mis facciones. Uff, demasiadas nadas acumuladas. Soy un mundo sin oído,
una obra de arte sin orejas que no percibe ningún sonido. Soy una máscara que
padece sordera, pero encierro una sinfonía: una banda sonora de nubes blancas y
un firmamento lúgubre de estrellas.
viernes, 22 de noviembre de 2019
JUEGO DE NIÑOS
Cuando se trata de jugar podría jugar a cosas muy perversas.
Podría enloquecer y crear un mundo cruel y surrealista. Si se diera el caso podría
apuntarme con una pistola cargada y manejar un afilado cuchillo, e incluso maquinar
otras fechorías temerarias. Creo que podría divertirme de muchas maneras. Mi
hermano cree que me gusta jugar con él a pilotos del futuro, ya que más de una
vez me he enfundado el traje amarillo de lunares negros y el absurdo casco de
jaula para jugar a ser otros. Y no está mal, pero con lo que realmente me
entretendría sería con el oso de peluche de mi hermana. Sí. Mi jugar sería una
auténtica barbarie. Lo abriría por la espalda con un cuchillo y le quitaría la
musculatura de espuma. Lo vaciaría por completo hasta que solo quedara el
despojo de su piel de felpa, y lo rellenaría de la casquería más mugrienta. Recurriría
a todo tipo de desechos orgánicos para darle el volumen inicial. Riñones,
tripas, hígados, vísceras, grasas, sesos, sangre coagulada, y otras partes repugnantes que
me sirvieran de relleno. Luego lo cosería con aguja e hilo del costurero de mi
madre y volvería a dejarlo sobre la cama, apoyado en el cojín, esperando agazapado
a que mi hermanita lo achuchara con todas sus fuerzas.
miércoles, 13 de noviembre de 2019
LA ESTATUA ECUESTRE
Mi otra vida se ha convertido en un acto sencillo y profundo:
observo mi plaza desde la ventana, a todas horas, como quien contempla con
obstinación el avance imperceptible de las saetas de un reloj. Esta plaza, mi
plaza, se transforma con la luz y las minúsculas alimañas que la sobrevuelan.
El aire huele a estiércol, a esfínter humano. Sin embargo ya no hay gente, lo
humano escasea. La única presencia terrenal que se mantiene en este extraño
lugar es la escultura erigida en mi memoria. A través de figuras y símbolos
petrificados se hace saber al mundo nuestro valor y talento. Fui un gran
hombre. En el centro de la plaza y sobre un gran pedestal hay una estatua
ecuestre que me representa. Sí. A mí y a mi caballo. Los dos estamos cubiertos
por incontables capas de porquería y de un fino fango que proviene del légamo
de las nubes. ¿Dónde está el derroche excrementicio de las devastadoras palomas
de antaño? Preferiría sus heces blancas a esta costra hirsuta y nauseabunda. Me
veo deformado por los grumos de suciedad y el poso fecal que deja el paso del
tiempo. Las pequeñas criaturas que sobrevuelan la plaza son insectos
repugnantes que mueven el aire con su aleteo, y llega hasta mi un vapor maloliente,
un hedor a humanidad, la hediondez de algún tipo de vida. Tuve que morir en una
absurda batalla para ser merecedor de esta solemne aleación de bronce. Y ahí
estamos; mi caballo y yo. Convertidos en monumento en medio de la polvorienta
explanada. Igual de dignos que insensatos. Él fue un purasangre, un corcel
batallador que, ahora, tembloroso y sin identidad, busca el abrigo de mi regazo
como una mascota equina que solo galopa y relincha en sueños, si los tiene. Yo
fui un militar aguerrido, un oficial con habilidades temerarias, un bárbaro
extremadamente sentimental que luchó por unos ideales sin amor ni alegría.
martes, 5 de noviembre de 2019
MI COCHE
Muchas casas de blancura
nívea y excelsa se alzan ante mí. Son preciosas. En realidad, todo lo que forma
parte de este pueblo tiene algo particular e inimitable que aporta placer a mis
ojos, incluso la gente que lo habita. También me complace observar mi Seat
Córdoba, mi coche, aparcado en el mismo sitio desde hace años. Forma parte del
mobiliario urbano de la calle y se ha convertido en un símbolo que inspira
libertad, resistencia y autonomía. Vivo en él. Es un vehículo especial. Su
interior está bien tapizado, de asientos abatibles y salpicadero sencillo pero
funcional. Tiene dos caras. Una delantera y otra trasera. Siempre sonríe. Sus
faros infunden buen rollo, cercanía, y evocan ternura. Fue de los primeros en
incluir eleva-lunas eléctrico, y, aunque parezca increíble, nunca ha sufrido
averías significativas. No hay sofisticación en su chasis, su cuerpo metálico
ha ido perdiendo el brillo de antaño, acaba de cumplir treinta y dos años. Está
ajado y algo oxidado, cubierto de excrementos de palomas y una capa de polución
que altera su carrocería. Sin embargo su motor funciona como el primer día. Se
ha movido poco. No ha viajado. ¿Para qué? Es imposible cambiar de cielo. En el
interior de mi coche las tempestades son hermosas, pues los rayos y los truenos
lo cargan de energía por dentro, sin necesidad de gasolina, y los días de
chubasco lo limpian por fuera. Es cierto que la tristeza de los días adversos
me afecta, me vuelve vulnerable, pero acepto mejor la pena si mi salud y mi
alma me acompañan.
sábado, 2 de noviembre de 2019
CREATIVIDAD A CONTRALUZ
Abrir y cerrar. Encender
y apagar. Luz y oscuridad. Vida y muerte. Todo es basculante. Sin embargo,
todas las posibilidades creativas y originales las hallo en la parte inactiva
de estas oscilaciones: en el reposo de mi debilidad, en la penumbra de mi
decadencia, en el trance de mi espíritu. Siento que mi imaginación es
efervescente cuando, en el silencio de mi habitación y prácticamente a oscuras,
me envuelvo de sombras y sostengo un ostentoso marco de madera que perteneció a
mis antepasados. Mi reflejo se proyecta en el espejo y me veo como en un
personaje pintado que cobra vida. Soy un fantasma triste que no trata de buscar
la felicidad, caería en un grave error. A estas alturas todos saben que el secreto
reside en no buscarla. No obstante, en este «off» vital que me fabrico cada día,
siento que soy mi conciencia, mi imaginación, y todo aquello que pueda contarme
e inventarme para agarrarme a la eternidad.
viernes, 25 de octubre de 2019
CARAMBOLA
Disparar al aire
conlleva peligro. En principio todo lo que sube baja si no impacta contra nada.
La velocidad de una bala que cae es menor que la de una que acaba de ser
disparada, sin embargo es lo suficientemente rápida como para perforar un
cráneo. A mí me gusta disparar al cielo para expresar mi euforia y mi júbilo, también
para celebrar un acontecimiento significativo. La sustancia aérea puede
modificar la trayectoria del proyectil, tanto en la subida como en la bajada,
por lo que una persona que camina tranquilamente por una zona donde se dispare
al cielo puede ser sorprendida con la muerte. El peligro radica en la velocidad…
y en estar en el momento y el lugar adecuado.
viernes, 18 de octubre de 2019
LA POSESIÓN
Tengo cientos de vestidos
hechos de oscuridad. Idénticos. Invisibles a las tinieblas de la noche y acordes
al demonio que llevo dentro. Estreno uno cada vez que brotan de mí pequeñas lombrices
o retumba el lamento de los grillos en mi cerebro, y lo ciño a mi cuerpo como
un guante. Pretendo salvar al mundo después de cenar, a partir de la medianoche,
cuando los transeúntes se convierten en fantasmas y las sombras me seducen para
que conozca el misterio de las calles. ¿Qué he hecho? ¿En qué me he convertido?
Tengo claros síntomas de no pertenecer a este mundo. El tormento interior es
inaguantable, terrible, creo oír voces que no reconozco, y ese infierno que
anida en mis entrañas usa mi voz, mis andares, todo mi ser. Me hace creer que
estoy loca y araña mi estómago con sus afiladas garras. Pero es el cuerpo quien
tiene dolor, no yo. Yo no siento nada. El truco está en que no te importe que
te duela, aunque una hemorragia te inunde por dentro. Estoy segura que una
energía diabólica domina mi alma, mi espíritu. Será la posesión: litros de
sangre embebidos por mis órganos, un comportamiento perverso y una fuerza brutal
que torna mi piel de color fuego.
jueves, 17 de octubre de 2019
EL BULO
El alcalde de mi
pueblo declaró su pesar en el Facebook por mi repentina muerte. Dijo: «Un gran
artista y mejor persona nos ha dejado. Descanse en paz». La noticia fue un
bombazo. Pero era mentira.
Los amigos más próximos empezaron a
mandarme mensajes de WhatsApp para certificar si aquello era realmente cierto. Yo,
ante el terrible e infundado anuncio por parte de la máxima autoridad del
municipio, en lugar de desmentir la información, aproveché para olvidarme a mí
mismo y no contestar a nadie. Era una buena oportunidad para desaparecer y averiguar
si la gente sentía algún aprecio por mí.
Estuve varios días leyendo bellísimas
declaraciones. Detecté cierta veneración, e incluso sentí el calor y el cariño
de los más de ochocientos amigos que tenía en Facebook. Sin embargo, de todas
las muestras de afecto había una que me sorprendió muchísimo. Era la de un antiguo
amigo que no me hablaba desde hacía diez años. Sí, sí, era un colega de carne y
hueso con el que solía hacer cañas. Dejó de dirigirme la palabra porque, en su
día, dedicados a increparnos como niños –en eso consiste a veces poner a prueba
la amistad– contraataqué haciéndole un montaje divertido con un programa de
retoque fotográfico. Le sentó fatal. Pues, ensamblé su cabeza en el cuerpo de
un rechoncho presentador, y eso, por lo visto, no le hizo ni pizca de gracia. Fue
suficiente para cortar por lo sano nuestra relación de amistad. Entiendo que mi
mezquina y despreciable creatividad menoscabó en su autoestima, y, también, sin
pretenderlo, conseguí que se viera su verdadera naturaleza.
Lo curioso del caso es que tras conocer mi
muerte a través de las redes y quedar manifiestas las innumerables muestras de
cariño hacia mí, este antiguo amigo se sumó a ellas y publicó una entrada llena
de decoro y gratitud que yo, por supuesto, acepté sin rencor por la emotividad
que desprendían sus palabras. Lejos de que volviera a enfadarse y se sumiera en
una actitud infantiloide, volví a sacar mi sentido del humor y lo premié con un
merecido «me gusta»; el único que concedí.
domingo, 13 de octubre de 2019
LA GRIETA
Pocas veces uno
tiene la oportunidad de ver nacer una grieta en su casa. La que yo presencié mientras
cenaba surgió de repente en el salón. Sentí un temblor y a continuación oí un
crujido seco. Eso hizo que dirigiera la atención hacia el rodapié que tenía a mi
derecha. Se fracturó, y una grieta del grosor de un centímetro avanzó por la
pared como un insecto moribundo. Me levanté de la mesa y me acerqué a la fisura.
Un escalofrío recorrió mi espalda y experimenté un asco visceral, una repulsión
orgánica, como si esa hendidura fuera el cuerpo de una cucaracha asquerosa. Todas
las casas albergan su ruina, su desaparición, su muerte. Supongo que la mía
también. Seguí el avance lento de aquella raja como un reguero de oscuridad; como
un pequeño abismo que ascendía poco a poco hacia el techo. No podía hacer nada;
tan solo observar y deleitarme con aquel espectáculo que nunca había tenido la
ocasión de presenciar. Para mí, ver nacer una grieta en el preciso instante que
lo hacía era lo más parecido a asistir al parto de un ser humano. Una maravilla
que contenía satisfacción y repeluzno.
No iba a ponerme histérico ni avisar a nadie. La grieta, como si tuviera un radar y detectara los obstáculos, dio un giro brusco a la izquierda y sorteó un cuadro que había pintado recientemente al óleo. Era el retrato de mi gata. La adoro. Continuó el recorrido por la pared transversalmente, en diagonal. Esquivó el reloj de péndulo, y justo en ese momento sonaron las diez de la noche. Cada sonoro gong que marcaba las horas golpeaba en mi conciencia como una voz atronadora. ¿Y si de esa brecha abismal brotara un nido de grillos? ¿Sentirá dolor la casa? Lo normal y lógico es que no. Pero, ¿y si sí? ¿Las casas respiran? Oía a los grillos. ¿La noche gritaba a través de ellos o era la respiración agónica de las paredes? Una urdimbre de ruidos golpeaba mis tímpanos. ¿Sufría una alucinación o los temblores que percibía eran movimientos telúricos? Sentí como un suave mareo humedecía las palmas de mis manos y tragaba saliva sin parar. Tenía sensación de ahogo. La fisura aumentaba paulatinamente y la percepción que tenía de mi casa era la de un cadáver en ciernes. Mi cuerpo me mandaba señales confusas que yo acogía con pánico y ansiedad. Un olor agrio irrumpió en mi alma y me trasladó a un estado mental de indefensión ¿Era el miedo? En situaciones límite nadie tiene las emociones bajo control. Eso lo sé ahora, oculto bajo los escombros.
No iba a ponerme histérico ni avisar a nadie. La grieta, como si tuviera un radar y detectara los obstáculos, dio un giro brusco a la izquierda y sorteó un cuadro que había pintado recientemente al óleo. Era el retrato de mi gata. La adoro. Continuó el recorrido por la pared transversalmente, en diagonal. Esquivó el reloj de péndulo, y justo en ese momento sonaron las diez de la noche. Cada sonoro gong que marcaba las horas golpeaba en mi conciencia como una voz atronadora. ¿Y si de esa brecha abismal brotara un nido de grillos? ¿Sentirá dolor la casa? Lo normal y lógico es que no. Pero, ¿y si sí? ¿Las casas respiran? Oía a los grillos. ¿La noche gritaba a través de ellos o era la respiración agónica de las paredes? Una urdimbre de ruidos golpeaba mis tímpanos. ¿Sufría una alucinación o los temblores que percibía eran movimientos telúricos? Sentí como un suave mareo humedecía las palmas de mis manos y tragaba saliva sin parar. Tenía sensación de ahogo. La fisura aumentaba paulatinamente y la percepción que tenía de mi casa era la de un cadáver en ciernes. Mi cuerpo me mandaba señales confusas que yo acogía con pánico y ansiedad. Un olor agrio irrumpió en mi alma y me trasladó a un estado mental de indefensión ¿Era el miedo? En situaciones límite nadie tiene las emociones bajo control. Eso lo sé ahora, oculto bajo los escombros.
viernes, 11 de octubre de 2019
AUTOFICCIÓN
Escribo diariamente
sobre lo que trasciende en mí; no quiero guardarme la vida. Llevo cientos de
párrafos anotados en libretas: hechos profundos, anecdóticos, absurdos; sobre
el amor, sobre la mente, sobre la muerte, sobre la felicidad… Todos ellos son
un buen material para construir un relato basado en mí. Elijo algunos parágrafos
y los cruzo con otros, los combino. La realidad son fragmentos de nuestro
comportamiento, de nuestros traumas, de nuestros deseos; son porciones de vida
que añadimos paulatinamente en nosotros para formar una biografía, una
existencia, un todo que va completándose. Luego me limito a hacer presión sobre
un argumento y, entre líneas, sugiero el fondo que quiero transmitir. Es
imposible inventar algo nuevo. Mi sistema es construir una especie de cadáver
exquisito; una composición de trozos distintos de realidad que luego modelo con
la imaginación para alcanzar una versión original.
El último párrafo que he escrito en mi
libreta va sobre una cita con dos chicas. Dos compañeras de trabajo. Una
treintañera y una cincuentona; y yo, un cuarentón. A pesar de la diferencia de
edad, nuestro comportamiento fue en la misma dirección. Bebimos bastante y variado.
Para empezar cerveza, vino blanco y dos tapas riquísimas de pulpo; en otro
lugar, cava y un suculento postre que consistía en la degustación de distintos chocolates;
y después, para rematar, dos gin tonics por cabeza. Fue suficiente para que
ellas cogieran una buena cogorza y perdieran el conocimiento. Yo seguí bebiendo chupitos de colores para llegar a su penoso estado de embriaguez. Quería ser otro, pero solo pude
sonrosar mis mejillas y teñirlas de alegría.
martes, 8 de octubre de 2019
DIALÉCTICA
Hago como que interactúo
con mi móvil, pero en realidad lo que hago es escuchar la conversación de la
mesa de al lado. Hay dos mujeres sentadas. Yo diría que son madre e hija. Se
tienen confianza. Discuten. No sospechan que las espío; es tan fácil con un
móvil. Pueden pensar que estoy tecleando una conversación con otra persona a
través del WhatsApp, jeje, pero en realidad lo que hago es anotar algunas de
las frases que se dicen. Mantienen una conversación tensa y tienen opiniones
contrarias. Me encanta hacer de escritor en estas situaciones y cazar al vuelo
material para mis relatos. Algunas de las máximas que se lanzan no tienen
desperdicio, son arrolladoras e inspiradoras, tienen tensión, ironía, y encierran
un evidente conflicto entre ellas. Bendita sea la gente y su espontaneidad.
La supuesta hija se está comiendo un
bocata de atún. Lleva gafas de sol, le quedan fatal, parece un insecto, una
mosca, pero hacen su función y velan de oscuridad su expresión furiosa. Una
bufanda de lana de color crema se enrosca en su cuello como una serpiente. El
aire de su voz es penetrante, salado. Sus palabras llegan a mi nariz como
golpes de mar encharcado. Da mordiscos al bocata mientras mantiene un ataque
dialéctico con la mujer que tiene delante, y una lluvia de migas de pan va precipitándose
sobre los pliegues de su bufanda.
Su presunta madre la mira con cara de
acelga. Viste con una chaqueta azul, con cremallera, abombadita, de esas que
ahora están tanto de moda. Se mantiene seria y aguanta los embistes de su dialéctica.
Eso sí, las dos son consideradas y no se pisan al hablar; primero una y después
la otra, respetan los turnos. Ante su supuesta hija mantiene una actitud altanera,
desdeñosa; pues, como burlándose de ella, se limpia los labios con elegancia,
con suaves toques que aportan refinamiento y exquisitez, sin embargo la explanada
de sus abultados pechos también está llena de migas. Se frota las manos. Acaba
de zamparse su bocata. No sabría decir de qué es. Abro las ventanillas de mi nariz
e inspiro profundamente por si me llega algún efluvio. Calamares con mayonesa. Seguro.
Pero da igual. Lo importante es la situación, la hostilidad latente que hay entre
ellas.
De repente se quedan en silencio y ni se
miran. Bajan la cabeza al suelo y permanecen circunspectas, como barruntando su
próxima embestida. Esa situación se alarga unos minutos; hasta que una de
ellas, la madre, exclama rotunda: ¡NO!
Su hija levanta la mirada del suelo, se
revuelve de la silla y le contesta con la misma contundencia: ¡SÍ!
Durante un momento vuelven a la quietud
incómoda y tensa, al mutismo anterior. Transcurre apenas un minuto. La madre
vuelve a la carga y, sin mediar palabra, refuerza su negativa oscilando su dedo
índice como un péndulo en toda su cara, de izquierda a derecha, con cierta
malicia. La hija, sin contemplaciones y con claros signos de gallardía, cabecea
con ímpetu de arriba abajo; se quita las gafas de sol y, con el ceño fruncido
en una expresión de ira, le escupe un sonoro «SÍ». La madre, que no se deja
intimidar, sacude con insistencia su cabeza y le dispara una ráfaga de
nos: No-no-no-no-no… A ver quién puede más. De esta manera se inicia una
batalla de síes y de noes, además de los respectivos ademanes para reforzarlos.
Afirmación y negación. Así todo el rato. Contraataques monosilábicos, gestos airados
y aspavientos gallináceos que mueven el aire de su alrededor. Flotan corrientes
silenciosas entre las patas de su mesa; remolinos de aire viciado por la
tirantez de sus reacciones; una ventisca de encaramientos levanta los papelitos
del suelo, y, una mezcla de polvo y arenilla, invita a largarse de la terraza
donde estoy. El sol, que hace unos minutos lucía radiante, ahora se esconde tímidamente
tras una nube, avergonzado, igual que yo. Dejo de escribir en el bloc de notas
del móvil, ya no hay nada que anotar, se ha esfumado el ingenio y la chispa
socarrona que tenían al principio. Ahora se han convertido en dos niñas petulantes,
aburridas y perezosas, que han agotado su perspicacia y el ingenio de su
lenguaje. Decenas de nubarrones ensucian el cielo. Una bolsa de plástico y un
trozo de cartón se pegan a las patas de mi silla. Los tornados nacen de la hija
y los remolinos de la madre. Llegarán a las manos. Los lívidos grises
amoratados dibujan en el cielo una expresión de tormenta.
viernes, 4 de octubre de 2019
ES MEJOR RECICLAR
Hoy me he levantado
con ganas de marcha. La mañana brilla como el lustre de un palosanto. No sé si
provocar un descarrilamiento con una moneda de dos euros o tatuarme todo el
cuerpo con una imagen a tamaño real de mí mismo. No he dormido bien, alguien ha
dejado unos huevos podridos en mi cerebro. Me da vergüenza admitirlo, pero soy
de los que lee libros gordos en el metro; creo que voy a ser más inteligente si
practico la lectura acompañado de ese leve traqueteo. Mientras duermo siento
que me hago más inteligente y sabio; como si un fantasma depositara cosas y
experiencias en mi subconsciente; como si mi cerebro fuera una despensa que
almacena de todo. Es cierto que algunas cosas que sé y otras que aprendo no valen
para nada, por eso intento deshacerme de ellas enseguida. Mi mente es flexible,
es mi gimnasio espiritual. Pienso luego existo, ¿no? Pues eso. En la cocina
huele mal. Anoche me hice algo frito. Seguro. ¿Huevos estrellados? Puede. También
bebí cava. Ay, sí, huevos. Ahora me acuerdo. El espumoso combina muy bien con
la textura de la clara y la yema. En la sartén ha quedado una capa blanquecina
y gelatinosa. Es el aceite sobrante que se ha enfriado. Da asco pero mola
tocarlo, tiene el aspecto de una crema, incluso me untaría con ella. Es mi mejunje
cerebral, mi materia gris, mis sesos, mi mollera, mi entendimiento coagulado, mi
cordura y mi sensatez hecha manteca, la viscosidad untuosa de mi intelecto, mi
talento, toda mi astucia y mi grasienta imaginación. Mi esencia. Podría lanzar
toda esta porquería oleosa por el desagüe, pero no lo voy a hacer. Es mejor
reciclar. Así que haré jabón casero.
jueves, 3 de octubre de 2019
¿QUE LUZCA EL SOL TE HACE FELIZ?
Tú, que eres de aquí,
tienes la gran suerte de poder hablar con esta playa y con este majestuoso castillo
templario; también puedes hacerlo con el Sol y manifestarle lo feliz que te
hace que luzca cada día. Díselo, que sepa lo importante que es para ti que
brille resplandeciente la mayor parte del año. Le gustará saberlo. Es el astro
rey, la estrella luminosa y el centro del sistema planetario, una deidad, lo
más parecido a un dios. Es normal que lo adores y lo tengas en alta estima. Dirígete
a él con humildad, hazme caso; te contestará a través de su energía. Pero
quítate de la cabeza la creencia esa de que su luz puede curar o transmitirte fuerza
espiritual. Son paparruchas de la pseudociencia y los curanderos. Los médicos y
los profesionales de la salud desaconsejan la práctica de mirar al sol. No
hagas tonterías con tus retinas, ya que ese acto inconsciente podría producirte graves daños en los ojos. La cuestión es que no lo mires directamente, puede
cegarte, ya sabes las historias que corren acerca de mirar al Sol y la
estupidez humana. Ten en cuenta esta advertencia, y, por lo que más quieras, ni se te ocurra ponerte
gafas de sol, sería una falta de respeto. No sé… Igual deberías replantear tu
afirmación sobre lo feliz que te hace que luzca el sol. ¿Estás seguro? ¿Serias
igual de feliz si uno de esos días que el sol luce radiante alguien de tu
familia sufriera un terrible accidente? ¿Eh…? ¿Qué me dices a eso? No hace
falta que contestes. Puede que me equivoque o sea un exagerado o un cenizo, pero
el hecho de que luzca el sol no es lo que realmente te hace feliz.
miércoles, 2 de octubre de 2019
EL MALTRATADOR
El señor que da
rienda suelta a su violencia lo hace en una habitación destinada para ello. En
ese pequeño espacio, que en realidad es la salita de estar de su casa, se
desfoga y da salida a la rabia y a la furia desmedida de sus arrebatos. Ese
encabritarse lo tranquiliza más que cualquier otra terapia, pero la habitación queda
destrozada, sobre todo el televisor, que recibe palos por todas partes y acaba
inservible. Luego, cuando se apacigua y toma conciencia de lo que ha hecho,
arrepentido, repara los daños de la habitación y compra un televisor nuevo; no
podría vivir sin él.
Por una cuestión de apego, el televisor que adquiere en su establecimiento de confianza siempre es el mismo o un modelo similar. Es importante que se asemeje y sea lo más económico posible, ya que ha llegado a destrozar doce monitores en un año, uno por mes. El dependiente, un chico que conoce todas las marcas y los nuevos avances tecnológicos, le aconseja que adquiera un plasma con sistema inmunológico; sí, el mismo que tenemos los humanos cuando nos hacemos un corte en el brazo y se nos cierra al cabo de unos días. «Este modelo se autorepara», le asegura. «No le va a defraudar y le va a durar mucho más». Y, efectivamente, el nuevo televisor aguanta las envestidas y los palos de este energúmeno. La pantalla llega a sufrir todo tipo de daños: golpes, rayaduras, incisiones, trompazos, perforaciones, quemaduras…, pero, gracias a la implantación de este sistema innovador, se recupera en apenas unos días, como una herida humana.
Por una cuestión de apego, el televisor que adquiere en su establecimiento de confianza siempre es el mismo o un modelo similar. Es importante que se asemeje y sea lo más económico posible, ya que ha llegado a destrozar doce monitores en un año, uno por mes. El dependiente, un chico que conoce todas las marcas y los nuevos avances tecnológicos, le aconseja que adquiera un plasma con sistema inmunológico; sí, el mismo que tenemos los humanos cuando nos hacemos un corte en el brazo y se nos cierra al cabo de unos días. «Este modelo se autorepara», le asegura. «No le va a defraudar y le va a durar mucho más». Y, efectivamente, el nuevo televisor aguanta las envestidas y los palos de este energúmeno. La pantalla llega a sufrir todo tipo de daños: golpes, rayaduras, incisiones, trompazos, perforaciones, quemaduras…, pero, gracias a la implantación de este sistema innovador, se recupera en apenas unos días, como una herida humana.
lunes, 30 de septiembre de 2019
DIOS ES PODÓLOGO
Con una mirada consigo
detener el tiempo y que gran parte del agua salada que cubre la superficie
terrestre se convierta en una masa gelatinosa y compacta. Mi propósito es girarla
del revés para que los hombres y las mujeres que se zambullan en ese momento queden
sumergidos en la ingravidez de un mar pegado al cielo, de manera que sus pies queden
al descubierto, suspendidos en el aire. ¿Hay algo más bonito y propenso a los
placeres sexuales que un pie humano? Esta extremidad es un milagro biomecánico
que merece su protagonismo. Llevo demasiado tiempo compartiendo mis catástrofes
y mis grandezas, por lo que ya viene siendo hora de que se contemple este pequeño
prodigio como lo que es. Tiene veintiséis huesos, treinta y tres articulaciones
y cien músculos y tendones. Su preciso mecanismo ha mantenido a los humanos en equilibrio,
ha soportado su peso y los ha desplazado a velocidades variables. Qué se le puede pedir más.
martes, 24 de septiembre de 2019
333 OJOS
El chico que sirve
a los clientes del hotel observa con cierta tensión la torre de platos y tazas
que sostiene con su mano ortopédica.
Los camareros se han convertido en meros
transportistas de platos, vasos, cubiertos y otros utensilios que se disponen
sobre una mesa y cumplen con su función culinaria. En este tipo de establecimientos,
ya sean bares, restaurantes, hoteles, o similares, se sirve al comensal sin ser
preciso poseer una formación específica ni conocimientos sobre gastronomía. Esto
es una circunstancia que, al parecer, no tiene demasiada importancia porque nadie
detecta esa carencia profesional por ser una tarea relativamente sencilla.
Hace dos años, cuando el subdirector y jefe
de personal del hotel entrevistó a este chico para formar parte de la plantilla
de camareros, percibió su disposición y las ganas de trabajar en la empresa. Lo
sorprendente fue que, durante los veinte minutos que duró la conversación, no
detectó su minusvalía, y el chico, algo inquieto por causar buena impresión, no
la ocultó, la mostró sin rubor ni complejos, con la naturalidad de quien se acepta
con esa evidente particularidad. El subdirector se limitó a formular sencillas preguntas
para comprobar que no era un psicópata y que poseía el sentido común que se
requiere para trabajar cara al público. «Amabilidad y empatía. Eso es todo lo
que se necesita», le dijo. Desde entonces trabaja felizmente dando el servicio
de desayunos en este hotel de cuatro estrellas.
Cada mañana, los clientes que se hospedan
en el hotel y bajan al comedor para desayunar tampoco detectan nada extraño en
el chico. Es cierto que su prótesis es una buena imitación, pero es sencilla,
una de las más básicas. No es una articulación cibernética ni está recubierta
de piel humana para que se parezca a las de carne y hueso. Es de resina, rígida,
de una sola posición, inarticulable como la de un Playmobil, y, con solo echarle un vistazo, salta a la vista que por
ella no corre la sangre, y su color antinatural, mucho más pálida que
la otra mano.
A estas alturas, al chico le molesta que
nadie se haya dado cuenta de que es manco. No entiende cómo es posible que incluso
sus compañeros de trabajo, con los que pasa cuatro horas todas las mañanas, no se
hayan percatado de esa palpable anomalía. La gente no presta atención a los
detalles, están de vacaciones, de acuerdo, pero ellos… Parece que tengan los
sentidos atrofiados.
Ajustar su prótesis en el bulto de carne
cicatrizada es lo primero que hace al levantarse; luego se dirige al hotel para
servir lo mejor posible a las personas. No le faltan ganas ni ilusión en lo que
hace. No obstante, la angustia que siente día tras día por este hecho incomprensible
y falto de sensibilidad desemboca, justo hoy, en un espasmo nervioso, en un
temblor que sacude violentamente su brazo derecho. Y, sin poder evitarlo, se le
escurre la torre de platos y tazas que tiene encajada en la rígida concavidad
de su pulgar y los demás dedos.
Mientras la loza se precipita contra el
suelo, el chico vislumbra su porvenir. Y es durante ese breve espacio de tiempo
cuando intuye su declive, su decadencia, incluso la penosa soledad que le
espera. El ruido de la cerámica que explosiona contra el mosaico del comedor alerta
a los comensales, a sus compañeros y al metre de sala. Por un momento se
convierte en el centro de atención; todos se sobresaltan ante el estallido de platos
y se giran hacia él como si un foco de luz lo iluminara. Su cuerpo se encoge
como si quisiera desaparecer, se siente avergonzado, pero al final levanta la
cabeza del suelo y se percata en la mirada compasiva y benevolente de los
clientes; en el rostro piadoso e indulgente de sus colegas de trabajo que, sin
pensarlo, le ayudan enseguida a recoger los innumerables trozos esparcidos por la
zona que pertenece a su rango. Todos quitan trascendencia al accidente, incluso
el metre, que le da unas palmaditas en la espalda para que no se preocupe. «Nos
puede pasar a todos», le dice con ojos de dulce gatito y una dudosa absolución
que le atraviesa como un sable. En un momento todo queda impoluto y limpio,
como si nada hubiera ocurrido, sin embargo el chico sigue inmóvil en su sitio, compungido,
con una pena que nada tiene que ver con su torpeza.
Abstraído en sus pensamientos no aparta la
mirada de la ortopedia ajada que permanece todavía en el suelo, junto a la máquina de los zumos, como
si se tratara del asa rota de una taza, totalmente
inapreciable a los trescientos treinta y tres ojos que se encuentran en la sala.
domingo, 22 de septiembre de 2019
LIMPIEZA HUMANA
El acceso de entrada a las actuales viviendas son aberturas circulares de
unos cincuenta centímetros de diámetro. Las antiguas puertas, debido a la similitud
que guardaban con el tallado y el barnizado de los féretros (sobre todo si se disponían
verticalmente), se suprimieron del diseño inmobiliario por prevalecer en el subconsciente
como una metáfora de lo funerario y lo macabro. Una profunda espiritualidad ha
hecho mella en las almas de los hombres y las mujeres que tienen la convicción
de que el estereotipo de Dios no debe contener aristas ni angulosidades, pues la
forma de la perfección se entiende y se concibe mejor en la redondez. Además, tienen
la certeza de que la salvación puede alcanzarse en una dimensión distinta al
plano físico, y ese abrumador planteamiento ha influido a la hora de fabricar los hogares
modernos, ya que, lejos de asemejarse a las construcciones de ladrillo y
hormigón, ahora se conciben como reductos adosados unipersonales que pueden dar
vueltas y vueltas en cualquier momento con el propósito de que la fuerza centrífuga
limpie cualquier pecado cometido.
viernes, 20 de septiembre de 2019
MANIFESTACIONES ARTÍSTICAS
Resulta que hay un hombre
que es arte moderno. Su cometido consiste en acudir cada día al museo, subirse
sobre una peana de un metro cúbico y pasarse ahí todo el día, hasta que el
museo cierre. No es un artista, ni un actor, ni un comediante. Tampoco es exactamente
un mimo, ni un malabarista, ni alguien que pertenezca al mundo del espectáculo
y tenga algún talento. Nada de eso. Es alguien como tú o como yo, un hombre aparentemente
sencillo que viste sin estridencias –unos vaqueros y un polo–, y, aunque parezca
inverosímil, escenifica una vida normal en ese pequeño espacio, sin articular
palabra.
La primera vez que visité el museo me identifiqué
con sus gestos. Eran las típicas acciones que podíamos realizar en la intimidad
de nuestra casa: batir huevos, bostezar, mear, limpiarse la cara, leer… Pero cuando
me acerqué más y me detuve junto a él fue como si mis pensamientos estuvieran
flotando sobre mi cabeza y pudieran leerse como los bocadillos que dan voz a
los personajes de un cómic, ya que, de repente, como si pudiera ojear los
renglones de mi conciencia, contrajo su cuerpo y fue adoptando la forma de lo
que, paralelamente, se ideaba en mi mente. Y eso me sorprendió, porque no trataba
de mimetizar sencillos y recurrentes movimientos. Qué va, nada de eso. Iba mucho
más allá: entró en mi psique y, con una flexibilidad inesperada y prodigiosa, escenificó
lo que se fraguaba en mi imaginación. Y os puedo asegurar que no era algo
insustancial o leve. Era una evocación repulsiva e irracional que a veces se manifestaba
en mí como un miedo. No sé de qué manera supo captar esa abstracción mental y
canalizarla a través de su cuerpo, retorciéndolo y enroscándolo como una
serpiente. Pero el hombre, que no tendría más de cincuenta años, tras unos
segundos convulsionándose, se quedó inmóvil, supurando un líquido lechoso entre
sus pliegues. Se construyó una masa corpórea en el aire: la plasmación de mi estimulación cerebral y la
precisión de su pose. Una maravilla que producía pánico, repeluzno y belleza a
la vez; un nuevo tipo de monstruo.
Luego pasé a la siguiente manifestación
artística: un chicle pegado en la pared, enmarcado como un cuadro.
miércoles, 3 de julio de 2019
LA ÉTICA DE LOS ROBOTS
Lo sabe poca gente pero en mi ciudad hay varias estatuas que filman lo
que pasa. Son auténticas obras de arte, verdaderas manifestaciones estéticas de
apariencia hiperrealista. Cualquier elemento del mobiliario urbano podría pasar
por una de estas esculturas-espía; un árbol, una farola, una papelera... En mi
calle hay una de aspecto humano ubicada en frente de mi portal. Representa a
una figura femenina de raza negra sentada en el extremo de un banco. Es
perfecta. Lo sé porque vivo justo arriba, en el primero, y, desde la ventana,
veo como la gente se sienta en ese banco creyendo que es una señora real, de
carne y hueso, ya que, por cortesía, le dirigen un saludo, un hola, un buenos
días, y no reciben una respuesta o un gesto por su parte. No sospechan que su
total inmovilidad se deba a su condición de estatua. Son figuras moldeadas en resina
y vestidas con prendas y complementos reales. La que contemplo a pie de calle lleva puesta una chaqueta negra y un vestido a cuadros blancos, un
bolso, unas gafas de pasta, pendientes, unos botines negros y unas medias
oscuras. Desde aquí veo cómo se enciende y se apaga un pilotito rojo imperceptible
dispuesto en el interior de su frondoso cabello rizado a lo afro. También sostiene
un móvil en sus manos. Es de última generación. Justo ahora vibra levemente y emite
un ruidito. Pip-pip. Cojo mis prismáticos e intento visualizar la pantalla del
móvil. Con la lente alcanzo a ver el nombre del grupo de whatsapp que está abierto en este momento. «La ética de los robots»,
pone con letras mayúsculas en la parte superior. Hay una conversación, un
intercambio de frases. Curiosamente, en el cuerpo de los mensajes, alguien ha
salido del grupo.
lunes, 24 de junio de 2019
LA MUJER RARA
En este cubículo hermético doy rienda suelta a mi imaginación. Quizás
demasiado. Mi cabello se apelmaza y va creciendo en vertical como un troncho de
palmera. Seguramente huela mal, todavía no me he quitado el vestido a rayas que
me dieron. No puedo lavarme ni asearme, pero sí lamerme cada mañana cuando intuyo
un nuevo día. En este reducto para especies raras dispongo de una diana para
hacer puntería y una silla. También me ponen música. Sin embargo, al poco rato
de sonar la melodía la paran.¿Qué pretenden que me divierta yo sola con el juego
de la silla? No estoy dispuesta a dar vueltas y vueltas a su alrededor. Jamás. No
van a crear una versión distinta de lo que soy.
sábado, 15 de junio de 2019
LA TIENDA DE MUÑECAS
He de confesaros
que quiero cosas que puedan acumularse; que estén aquí, allí, lejos, o en
cualquier sitio; que tengan presencia o bien puedan imaginarse: a groso modo, a
priori, in crescendo… Bailaría en plan bestia en cualquier sitio, sobre una
cama o un montón de gente medio muerta. Lo haría a mi estilo, misteriosamente,
sin tensiones ni compromisos, con la intención de que el mundo valorara mi peculiar
talento. Creedme. Detesto el orden de las cosas. Los puntos suspensivos, por
ejemplo. ¿Por qué solo tres si lo que mola es verlos en una fila hasta el
infinito? Todos podemos almacenar cosas y fabricar un santuario de trastos,
cacharros y chismes inservibles. Yo lo hago en mi tienda. No soy madre de
dragones, sino, más bien, una humilde madre de muñecas. Todas son mis hijas. Las vendo baratas, y regalo las que no tienen cabeza. ¿Os gusta verlas apelotonadas en este
escaparate? Adoro el abigarramiento, las multitudes, las manifestaciones
políticas, las manadas de búfalos corriendo, la gente que hace cola para
comprar una entrada o el hacinamiento morboso que se forma en una pelea callejera; igual
que escribir en mi libreta un sinfín de etcéteras: etc, etc, etc, etc, etc… A
que mola mi tienda de muñecas.
viernes, 24 de mayo de 2019
DISNEYLAND
¿Qué pasa con los que están dentro de los personajes Disney?
Cuando el Pato Donald o Mickey o Pluto se dirigen a los niños y los
cogen en sus brazos me pongo en modo Pitbull. No veo la verdadera apariencia,
ni la expresión, ni oigo su voz. No tengo pistas de nada y mi percepción vuela hacia
un lugar oscuro y tenebroso. No creo en la ilusión que venden. En el interior
de esos disfraces no presiento vibraciones sanas, ni siquiera intuyo a un ser normal.
Imagino a un homúnculo apestoso que se ríe, a un espécimen deforme con la
cerviz peluda, recubierto de costras y velámenes de porquería. Solo un ser
artificioso e insensible podría resistir en ese infierno de espuma. Esta factoría
de sueños ha creado espejismos para criaturas inocentes, que aún no tienen la
capacidad de intuir la naturaleza que se alberga dentro de cada uno.
viernes, 17 de mayo de 2019
LA MANUALIDAD
El mundo empezó a
torcerse cuando alguien rompió mi manualidad. Yo mismo la construí unas semanas
antes. Me basté de unos alambres para crear el esqueleto, y de papel de
periódico y cola para dar el volumen. Cuando la masa de papel maché adquirió la
forma adecuada dejé que se secara y se endureciera. Luego lijé las
irregularidades y pinté el cuerpo de color carne. A la cabeza le di expresión
humana a partir de una foto de mi prima. Reproduje sus ojos, su nariz y su boca
con un pincel fino. Las orejas quedaron tapadas por una pequeña peluca rubia
que dispuse con gracia. La cubrí con un vestido de lunares amarillos, la calcé con
unos zapatitos rojos de tacón y la engalané con un bonito collar y unos
pendientes de flamenca. Me quedó divina. Tal como ella era.
lunes, 13 de mayo de 2019
VIERNES CREATIVO
Los Viernes Creativos de Ana Vidal son un buen gimnasio
para mantener en forma el músculo de la imaginación. Pero os confesaré un
secreto. Uno sabrá si realmente es creativo cuando contemple en el cielo la
muerte simultánea de dos pájaros en pleno vuelo, o si un día revuelto y
borrascoso es capaz de distinguir la forma concreta del viento. Si uno logra
ver esto estará salvado y no conocerá jamás el aburrimiento.
Nada es invisible para los que proyectan su imaginario a
partir de la nada. Todos los que son así, intuitivos y fantasiosos, conciben el
silencio como una quietud opaca dotada de un sinfín de formas que cambian según
la incidencia de la luz sobre sus pliegues traslúcidos.
Como os digo, los que tienen inventiva y sueñan con los
ojos abiertos, estén estimulados por un Viernes Creativo o por cualquier otra
iniciativa, siempre permanecen alerta a su entorno, a su cuerpo y a los objetos
que les rodean. Dicen que en ello radica la magia.
El que os habla, un tipo con más cara que espalda, propenso
a empinar el codo y a ponerse morado, ha visto como dos palomas sin vida caían
del cielo un día soleado; también ha contemplado la singular forma de la muerte
en el interior de una habitación lúgubre y oscura; y, por supuesto, las
múltiples versiones que puede adoptar el viento. De todas, me quedo con su
apariencia marina, la más inofensiva, por ser como una espuma de sal con miles
de patitas ondulantes que acarician el rostro. Tiene muchos otros aspectos. Sin
embargo, la mayoría de ellos dan mucho miedo. Igual que el marcado contorno que
toma la muerte en los espacios íntimos por encerrar tinieblas. Reconozco haber
sentido el pánico y el horror en las curiosas envolturas del viento. Pero uno
aprende con el desasosiego porque para superarlo debe afrontarlo solo, sin la
ayuda de nadie. La verdad es que, después de todo, ha valido la pena pasar por
ese mal trago; me ha permitido conocerme un poco más y entender mejor este
prodigio que tengo. Gracias a él he perdido el respeto a todo.
Por poneros un ejemplo. Cada mañana, cuando me levanto, voy
directo al baño, levantó la tapa del váter y proyecto mi talento. Supongo que
como todos. La diferencia está en que yo, conocedor de mi desenvoltura y mis
habilidades, sujeto con suma delicadeza mi miembro amorcillado e inhiesto. Antes
de que estalle mi vejiga, con la misma presión que pueda tener un sifón de
taberna, dibujo sobre la blancura de la loza arabescos amarillos. Luego, cuando
acabo, acciono el botón de la cisterna y nace una cascada brumosa; las
Cataratas del Niágara, el espectáculo más bello del mundo. Mantengo los ojos
bien abiertos y contemplo ante mí la maravilla. Sí. Ese espectáculo sencillo,
parecido a una naturaleza indómita y brava. Pues se crea una ilusión
fantástica, otro mundo. No me es preciso viajar. Para qué. Resulta más cómodo
quedarse quieto y permanecer atento a la efervescencia, al choque de la micción
contra las paredes níveas del inodoro y, si se da el caso, oler la fragancia
úrica del pequeño lago ocre de agua estancada.
Ana, querida, sé que es una gran guarrada lo que digo, que
soy indigno, un sinvergüenza, pero tengo que decirte que en mi retrete, en mi
trono real, en mi acogedor cuarto de baño, ya sea viernes u otro día de la
semana, nace un paisaje diseminado por la lluvia que mi cuerpo desecha, expulsándola
a través de mi uretra, y todo queda salpicado con esa gracia divina que Dios me
ha dado.
martes, 30 de abril de 2019
LA PIERNA
A Evaristo vivir con una sola pierna le sirve para dar los saltos más
potentes que yo jamás haya visto. Su pierna no es normal, es distinta a las que
puedas imaginar. Vente un día al pueblo y la verás. Es enorme, desmesurada,
extremadamente robusta. Una extremidad en mayúsculas. Recia y poderosa; mucho
más que la de los culturistas o los deportistas de élite. Además, posee una
belleza única, extraordinaria, expresiva, nunca vista. Evaristo siempre la
muestra desnuda, incluso en invierno. Gracias a la constancia y al correcto
trabajo de cuádriceps, bíceps femoral y gemelo, el desarrollo muscular de su
tren inferior ha alcanzado una
definición portentosa, cercana a la estructura biomecánica de una pierna
robótica. Para que te hagas una idea: esa masa musculosa y anatómicamente
perfecta mide 1,5 metros de altura, y su pie calza un 62. Evaristo puede dormir
de pie, estoy seguro. En cambio su torso es pequeño, pequeñísimo. El trabajo
que realiza en el gimnasio para desarrollar su tren superior no avanza, y su
tronco, a pesar de la exigencia de ejercicios que se impone, no alcanza el
volumen requerido. Es un tronco comprimido, de complexión esmirriada, canijo.
No va con el conjunto. Encima es bracicorto. Hay una evidente descompensación
que hace de Evaristo una versión humana diferente y particular. Aun así no se
siente un bicho raro, no tiene complejos. Ni de su calvicie ni de su minúscula
cabeza; es del tamaño de un huevo de avestruz. Sin embargo, su semblante es
divertido, grotesco. Posee una expresión agradable que nunca aparenta
cansancio. Es inquieto. Un atleta. Un portento de la naturaleza. Tendríais que
verlo saltar. Qué saltos, Dios mío. Son tan plásticos y esbeltos. Pura armonía.
Ven a verlo, en serio. Nunca lo he visto usar muletas ni artilugios para
ayudarse en su movilidad; para qué. La cadencia de sus saltos es más elegante
que nuestro caminar, y se traslada tan rápido a los sitios que utilizar un
vehículo sería tontería. Digo que se traslada porque, evidentemente, caminar no
camina. Pero sí que nada y patina.
domingo, 21 de abril de 2019
EL LADRÓN
La llave maestra no entraba por la cerradura; sin embargo, yo la hice
entrar. Se quedó atascada, bloqueada, no permitía el rodamiento. Me sudaban las
manos. Estaba nervioso. Movido por el
temor a ser descubierto, forcé la puerta con tanta violencia que me sorprendí de
mi propia brutalidad. Prácticamente la arranqué del marco, la
desencajé de las bisagras. Había imaginado tantas veces esta situación.
Recuerdo que había fingido entrar en una casa como está, de verdad, real, para
robar. Si deseas algo con todas tus fuerzas, al final, tus sueños pueden
hacerse realidad. Entré en la casa. No había nadie. Tampoco había muebles, ni
cuadros, ni cortinas, ni electrodomésticos, ni lámparas. Lo poco que había tirado en el
suelo no tenía ningún valor. Aun así, robé.
domingo, 14 de abril de 2019
LA JOVEN DESCALZA
En mi pueblo da la impresión de que sea siempre domingo, sobre todo en
el parque del estanque. Ahí corre la brisa y se respira de otra manera. Es una
pequeña naturaleza en medio del ajetreo, una quietud verde que da esperanza,
sosiego. En esos jardines, cuando mi entrepierna suda y siento que mil ojos me
miran, levanto mi falda y troto descalza sobre la hierba, alegremente y a cámara
lenta, recreándome en cada zancada para sentir que floto. Apetece tanto soñar bajo
uno de los sauces. Es todo tan hermoso; los árboles, los pájaros, las nubes, el
reflejo del agua, los cisnes, la gente que camina… Incluso estos pies chocantes,
deformes y prensiles, con el empeine velludo y una suela de piel natural, pétrea e insensible. Son tan grotescos. No parecen míos. Por eso me fascinan.
viernes, 12 de abril de 2019
ATOS
Atos, el gato negro que quiere ser humano, prueba de mear de pie cada
mañana. Va al baño, levanta la tapa y, situado a una distancia adecuada, a
medio metro del váter aproximadamente, se levanta con las patas traseras, se
apuntala con su cola y orina como un hombre. Esta conducta ha hecho que no deje
marcas de olor y tampoco marque su territorio en la casa. Ha dejado de usar el
arenero, y se siente orgulloso. Gracias a la práctica adquirida y a su tesón, el
felino consigue una parábola perfecta y un chorro limpio y certero que, si
no lo ves mientras hace sus necesidades, suena a micción humana.
domingo, 7 de abril de 2019
GÉMINIS
Ese señor ha cambiado muchísimo desde que habla consigo mismo en cualquier
sitio. Tiene la ilusión de creerse grande, aunque sabe que no ser nadie o
sentirse insignificante es un estado humilde que también lo hace digno de estar
en el mundo. Sus soliloquios son efectivos, razonables. Ya no se da la caña de
antaño. Ahora cree conocerse. Se habla con cariño y se infunde positividad. Su
lenguaje interior es sano, reflexivo, variado. No emplea el insulto para reprenderse.
Deja que todo fluya. Aunque, sin darse cuenta, ha ido anulándose, y su opinión
se ha convertido en la suma de todo lo que oye por ahí. Su personalidad no le
pertenece, no es la suya; se fragua insustancial, afable, amorfa. Da la
impresión de que no se moja en nada, y tiene la habilidad de decir lo que
quieren oír aquellos que le preguntan. Posee, como mínimo, dos esencias, dos
instintos, dos caracteres, dos razonamientos, dos sentires… Vive en sus yos
cómodamente, limitado por un cuerpo y un alma. Como todos.
Ese señor, con todas sus particularidades, reflexiona todos los días sobre
los secretos de su ser en un sitio cualquiera. La noche es el mejor momento. La
de hoy se ha quedado estupenda, ideal para que siga hablándose a sí mismo,
agazapado entre los matorrales.
miércoles, 3 de abril de 2019
MI PRANA
Un dominó de ventosidades me acompaña cada mañana al abrir los ojos. Al despertarme, mi
cama se convierte en una metáfora, en un arca que alberga aromas podridos, y
yo, aún mecido por el sopor y la pereza, tengo la costumbre de abanicarme con
el edredón para que me lleguen esos efluvios. Esa pestilencia soy yo, me digo.
Sin embargo, esa liberación no sería posible si estuviera durmiendo con alguien
en la misma cama. He engordado, no cabe duda. Da lo mismo. Cuando estás bien
todo se vuelve romo y no adviertes las aristas en nada. Ni en los objetos ni en
los lugares que frecuentas. Hasta las personas parecen sacadas de un cuadro de
Botero. Y yo, cada mañana, doy las gracias porque puedo sentirme absurdo y
pleno a la vez, porque todo lo que me ocurre es bueno, y conecto con lo que
antes era un auténtico calvario. Respiro profundamente. Incluso esos gases mohosos y malolientes que nacen de mis entrañas. Es energía vital. Mi prana.
lunes, 1 de abril de 2019
EL AZAR
Pronto me iré a morir. Ya es hora. Lo haré en algún sitio que no corra
el aire y pueda estar cómoda. Por ejemplo en este armario vacío repleto de azar
que brilla. Hay una oscuridad bonita, la mejor de la casa. Me vestiré por los
pies el mejor miedo que tengo, el que se adapta a mi cuerpo como unas mallas, y
me colgaré de una percha con una de mis camisas de fuerza; desprovista de voluntad
y talento, sola, ahogada en mi ansia y con ese surrealismo que tengo; a la espera
de ser valorada como una obra de arte, o, si al azar le parece, a través de su fuerza
guasona y traviesa con la que siempre se lo pasa pipa, que me presente a una enfermedad
extraña que tenga que ver con la locura.
jueves, 28 de marzo de 2019
NOTICIA OLÍMPICA
El periodista se tragó una mosca mientras realizaba una entrevista al
único atleta español que había participado en los cuatrocientos metros vallas.
Estaban en el Estadio de Montjuic, a pie de pista; Barcelona había sido la
ciudad candidata para organizar los Juegos Olímpicos. El cámara, que grababa aquel
momento con interés, advirtió el percance sufrido por su compañero, y lo que en
principio parecía una divertida anécdota sin importancia, pasó a ser la noticia
del día. El insecto, que en realidad no era una mosca, se metió por la laringe,
atravesó las cuerdas vocales y las hizo vibrar. Su voz emitió un bramido
penetrante, desgarrador. La minúscula alimaña siguió recorriendo el sistema
respiratorio del reportero y se introdujo por la tráquea hasta acceder al
pulmón derecho. La red capilar que hacía posible el intercambio de oxígeno con
la sangre se detuvo, y los millones de alveolos encargados del desplazamiento
del aire de la atmósfera a los pulmones y viceversa hicieron que el proceso
cíclico de la ventilación, inspiración y espiración, se interrumpiera; y con
ello todas las funciones vitales.
lunes, 25 de marzo de 2019
UNA MUJER ENSIMISMADA
La prosperidad de una mujer ensimismada residía en aceptar su naturaleza.
Esta mujer, que aspiraba a encontrar su bienestar, era esclava de
circunstancias: el día nacía con un sol que la obligaba a levantarse, a
emprender un comienzo. Comía de manera fraccionada: un desayuno, una comida,
una merienda y una cena. A veces, en la oficina donde trabajaba, de repente,
entraba un rayo de sol por la ventana, y eso era suficiente. Mejor que un viaje al Caribe o
estar tumbada en una hamaca bajo una palmera. Oía a la gente, miraba por la
ventana y hablaba consigo misma. También sonaba el teléfono. Lo cogía y decía:
¿Diga? Eso marcaba el día, sus días. Por la noche dormía. Soñaba. Así, al
levantarse, lo anterior no significaba tanto, y podía seguir viviendo más o
menos cuerda. Entera.
miércoles, 20 de marzo de 2019
PICADURAS
El mosquito-tigre es una extravagancia de la naturaleza, igual que la
mosca-rinoceronte o la libélula-cocodrilo. Sus picaduras son alarmantes,
peligrosas, incluso letales. Estas criaturas, cuando se concentra un alto
porcentaje de humedad en la atmósfera, clavan sus espinas a los homínidos,
gangrenando sus cuerpos de cuello para abajo. La cabeza se les hincha en tonos
jacintinos y toma un tamaño colosal. Los ojos se desorbitan, se vuelven tremebundos.
Les desaparece la boca, se taponan los orificios de la nariz y los estertores
de la muerte retumban en ellos anunciando lo inevitable. En esta concreta envoltura
climatológica, si la humedad contenida en el ambiente pasa a una fina lluvia,
el cuerpo de sus víctimas salta por los aires. Sin embargo, tras la cruenta explosión,
en el suelo queda un tejido muerto que jamás se descompone.
martes, 12 de marzo de 2019
LA INSPIRACIÓN
El pintor estaba sentado frente a un lienzo en blanco, en silencio.
Cuando dieron las doce del mediodía y vio que la luz del sol incidía sobre la
tela imprimada, dijo:
«Lienzo, querido, quiero que sepas que todo este tiempo he estado
fuera, alejado de ti, lejos de este pueblo costero. He viajado. He retenido
paisajes en mi cabeza; he conocido nuevas culturas; he visto cosas
sorprendentes. Observar a la gente ha sido una fuente inabarcable de
fascinación. He habitado océanos. El mar es muy repetitivo por arriba, por su
superficie. Su interés reside por debajo, en sus profundidades. He contemplado
el desove de los arrecifes de coral gracias al influjo de la luna; de esa
manera tan mágica millones de perlitas se expanden y proliferan los mares. He
conversado con criaturas marinas y organismos de la familia de las algas;
también con una gran variedad de plantas terrestres. Y lo mejor de todo: he construido
una catedral de porexpán que se movía con el viento sobre el cuerpo ondulante
de los mares. La tengo atracada en la playa, majestuosa, a la espera de ser
intervenida en su espumosa blancura con mi renovada percepción. Igual que tú,
querido lienzo».
martes, 5 de marzo de 2019
HORRORES PRODIGIOSOS
El ataúd es el portal que han diseñado para pasar a otra dimensión.
Creen en el bien y en el mal; en los castigos ejemplares para los mezquinos y
en el descanso eterno para los bondadosos. No hacen ascos al canibalismo si es una
cuestión de vida o muerte. Normalmente, las situaciones marcan su conducta. Son
capaces de decir una cosa y hacer otra. Rechazan el odio. Sin
embargo, si les nace es fantástico e imaginativo. Pueden despreciarte y sonreírte
al mismo tiempo. Sus costumbres son inalterables, y siempre las mezclan con el alcohol.
Ven la sacralidad de las cosas. Entienden la naturaleza porque tienen una
inteligencia, una conciencia, un sentido común, pero la mayoría de ellos son inválidos
de alma.
jueves, 28 de febrero de 2019
NECESIDADES
Siempre lloro cuando tengo hambre.
A veces estoy en el trabajo atendiendo a algún cliente y, de repente,
se me humedecen los ojos, se me apodera un incómodo decaimiento. Es el hambre.
Nadie lo imagina. Pero cuando me siento famélico me cuesta mucho contener el
llanto. Las lágrimas están ahí, en los ojos, y, como si tuviera un tic
incontrolable, me asalta la necesidad por comer algo inmediatamente. Por ahora
nadie se ha dado cuenta de este curioso trastorno. Para que no adviertan esta extraña
y repentina melancolía, pido a los clientes que me disculpen un momento. Me levanto
de la mesa y los dejo ahí, sentados en mi oficina. Necesito ir al baño, encerrarme
un momento y calmar mi apetito. Pensarán que mi indisposición es debida a las necesidades
fisiológicas. Para nada, pero mejor que piensen eso. Es
embarazoso que, sin esperarlo, vean cómo un señor de cincuenta años puede arrancarse
a llorar desconsoladamente por el hecho de estar muerto de hambre.
lunes, 25 de febrero de 2019
LA POLÍTICA ES NECESARIA
Qué sería la política sin la mentira. Nuestros dirigentes no podrían
ejercerla con solvencia. Las tácticas electorales no ilusionan únicamente con
el recurso de la verdad. ¡Ay, la verdad! La verdad es muy cruda y debe
adornarse. Un mitin precisa de especulación, de fantasía, de imaginación… La
realidad, si es dura y cruel y se quiere sobrellevar de la mejor manera, debe
dosificarse, o, bien, puede envolverse de embustes para digerirla
convenientemente. Los políticos, que son expertos cuentistas, saben hacerlo muy
bien. Su discurso, cuando está bien contado, llega a la gente como una historia
potente, con sus conflictos, sus puntos de giro y una trama tan bien construida
que da la sensación de que evoluciona hacia un punto favorable. Saben mantener la
atención, incluso la ilusión. Sin embargo, a menudo, como ocurre en literatura,
independientemente de lo que suceda durante o al final de un mismo relato, cada
uno entiende lo que le da la gana.
viernes, 22 de febrero de 2019
EL JARDÍN DE LOS SUICIDAS
La raíz de la mandrágora es medio humanoide; de ahí que lo parecido
cure a lo parecido. Es falso que sea una planta tóxica; solo lo es si se
arranca de malas maneras del lugar donde ha crecido. Vive en bosques sombríos,
en lugares donde no da mucho el sol; de hecho, es una planta que prefiere la
luz de la luna. El dolor que sienten cuando se las extirpa de la tierra es como
si a un humano le cortaran las piernas de cuajo con un hacha. Hay que saber
tratarlas.
Tengo a una viviendo en casa. Le gustan mis cuidados, está a gusto. En
mí ha encontrado la delicadeza que busca. De hecho, ni se enteró
cuando la trasplanté de la vereda de un arroyo a mi apartamento. Estar con ella
me produce efectos sedantes, analgésicos. Me ha curado de mi angustia crónica. Sus
raíces crecen cada día y se bifurcan en largas piernas y brazos. Se enreda en
mi cama ofreciéndome el abrigo que necesito. Es independiente, y, en este tiempo
que lleva conmigo, ha alcanzado la fuerza, el don de la palabra e incluso la
razón. Sin embargo, mis deseos se vuelven cada vez más peligrosos. El sueño,
cuando estoy arropada por ella, me incita a conocer las variadas formas del
suicidio. Conoce tantas y tan sugerentes que, cada vez que me siento abatida, la
curiosidad me entra por los huesos como un agradable frío que me incita al
atrevimiento.
jueves, 21 de febrero de 2019
LOS ENAMORADOS
Mientras un hombre y una mujer pasean acaramelados por la playa, ella,
de repente, lanza un pequeño palo que se encuentra clavado en la arena. Él, inquieto
por la maniobra, se endereza, se tensa, y abre los ojos como platos en la
dirección que ella lo ha lanzado. El hombre divisa el punto donde ha caído y,
antes de reaccionar, mira fijamente a los ojos de su acompañante para advertir
en su gesto lo qué debe hacer. Corrobora un movimiento con las manos y, como si
le fuera la vida, echa a correr en busca de aquel trozo de madera. Se lo trae en
apenas unos segundos, dando saltitos frente a ella y con ganas de más. Han
salido un par de veces; al cine y a comer sushi en un restaurante japonés que han
abierto en el centro. Se están conociendo. Son tal para cual. Es curiosa la complicidad
que se crea entre los enamorados… Él es bonachón, trabaja de contable, es
disciplinado, algo tímido y de belleza difusa. Ella, en cambio, es seductora, una
mujer de carácter, rebelde, trabaja en una tienda de ropa y le encantan los
animales.
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