Confundí mi lengua con la pequeña porción de salmón que iba sobre el
arroz, el «sushi amasado» o Nigirizushi en japonés. Utilicé los palillos para
metérmelo entero en la boca y, con la confianza de que lo que uno mastica es
comida, mordí la punta de mi lengua con tanta intensidad que la cercené, y ese
pedacito de carne esponjosa quedó suelto en el interior de mi boca, amasándose
con el arroz, la fina tira de alga y la sangre que lo aglutinaba todo en un
exquisito bocado. No sentí dolor, fue en el siguiente bocado cuando fui
consciente de lo que me había comido. Y repetí. Ya os pasaré la receta.