Unos «pies enlatados» huelen a berberechos rancios, a conserva en mal
estado. Las palabras embutidas desprenden tufos y aromas. Algunas, al pronunciarse,
hieden y otras resultan apetecibles. Depende de cómo se combinen. Yo, al
morderlas con las fauces de mi imaginación, puedo determinar algo de su sabor. Me
sacio degustándolas a través de mi mente. Sin embargo, los que acostumbran a
bramar y a gruñir con el lenguaje, aseguran que ser malhablado aporta un plus gustativo
a lo que decimos; más, incluso, que una voz correcta y un tono adecuado. Insultar
a alguien con vehemencia y apasionamiento lleva a que las palabras se llenen de
sustancia y no se conviertan en trozos insípidos de porexpán. Si pronunciamos
con gravedad y trascendencia cualquier vocablo, por irrelevante que pensemos
que este sea, nuestro paladar y nuestra lengua son capaces de saborear la magia
de la sinestesia.
jueves, 29 de octubre de 2020
EL SABOR RANCIO DE LAS PALABRAS
viernes, 23 de octubre de 2020
EL PINTOR DE QUIMERAS
La alegría con la que entra en mi casa uno de los perros que he pintado
se convierte en un hecho extraordinario. El animal pertenece al elenco de
criaturas fantásticas de mi imaginario, por lo que existe una proximidad afectuosa
y cordial. Lo percibo. La bestia se muestra tranquila y confiada. Olfatea mis
piernas, el suelo, los muebles, aquello que va encontrando a su paso, y, en ese
rastreo impulsivo, llega a mi estudio, al espacio donde almaceno mis cuadros.
Se aproxima a ellos. Están apilados contra una de las paredes. Se muestra
inquieto y los huele repetidas veces. Entonces, cuando deja de moverse, levanta
su pata derecha y expulsa un líquido brillante que le mana de su entrepierna como
en una fuente. Moja los cuadros y, ese contacto úrico, origina un vaho, una
bruma espesa que tiene la fragancia del algodón de azúcar. Mi cara lo tolera como
una atmósfera embriagadora, pero, poco a poco, se va condensando un vapor opaco
y sombrío que dificulta mi visión. Presagio que lo representado en estos soportes
alcance una dimensión tangible, real, una transformación, un cambio, una
metamorfosis; y que otra de mis incontables criaturas cobre vida.