martes, 28 de diciembre de 2021
EL ASCENSOR
sábado, 18 de diciembre de 2021
EL SECRETO DEL PINTOR
¡Sentaros, os contaré cómo pinto mis cuadros!
La mejor alternativa que conozco para liberar mi creatividad reside en la bebida, concretamente en la ingesta desproporcionada de vino tinto con refresco de cola, lo que llamamos calimocho. Es un cóctel sencillo y fácil de preparar que se ajusta a mi economía y, además de potenciar mi intuición, me ayuda a ser más creativo e ingenioso. También puedo serlo a través de la combinación de otras sustancias, pero son demasiado caras y, tras consumirlas, acabo convirtiéndome en un ser autodestructivo.
No hay nada más peligroso que un hombre sin imaginación, ¿no creéis? Hay que ejercitar la inventiva, sea como sea. Debéis saber que los mejores descubrimientos ocurren durante el proceso creativo, siempre por casualidad, fruto del azar y la serendipia, en el fango de nuestra voluntad por que nazca algo de la nada, pero, para ello, para que esos hallazgos surjan, deben provocarse. Mi triunfo como artista depende de la manera en que consiga alterar mi visión de la realidad y de la calidad estética de esas casualidades. Para ello, a eso iba, solo he de prepararme un vaso ancho con hielo y mezclar varios cartones de vino con la cola. Alcanzar la visión adecuada me cuesta un buen rato, he de beber bastante, pero vale la pena. Cuando lo consigo me desinhibo y pierdo el miedo. Nace la genialidad a través de mis alucinaciones y devaneos. Me transformo en otro ser y veo el cielo como un celofán azul celeste, transparente, gaseoso. Contemplo un césped en el firmamento, con pliegues durante el día y un manto de chiribitas plateadas durante la noche. Nada me intimida y todo fluye. ¡Probadlo, veréis! ¡Es una sensación tan placentera! Aunque, cuidado, cada uno debe encontrar su punto. Es evidente que empinar el codo del modo que yo lo hago tiene sus ventajas, aunque también desencadena unas resacas monumentales.
domingo, 5 de diciembre de 2021
ATLAS HUMANO
viernes, 3 de diciembre de 2021
UNES PARAULES SOBRE EL MEU AUTORETRAT per MARÍA JOSÉ AÑÓN
Després de sopar, encuriosida per descobrir quin serà el autoretrat que trobaré en aquestes pàgines, començo a llegir el llibre. Conec les seves pintures, però aquesta faceta d’escriptor, no tant.
La
primera cosa que faig es revisar l’índex. Ho faig sempre per saber quantes
pàgines té i veure si ho podré llegir d’una tirada o he de distribuir el meu
temps. Intueixo pels títols del capítols que podré anar fent una lectura
distesa, al meu aire.
De sobte, em sorprèn trobar-me amb una pàgina quasi buida, un llenç blanc amb una sola línia escrita amb aquesta contundent frase de Marcel Proust que m’invita a la reflexió:
Aunque nada cambie, si yo
cambio, todo cambia
Em pregunto si Sergi, aquest xiquet que un dia vaig tenir el plaer de trobar-lo com alumne a les meves classes de francès, em portarà a la recerca del temps perdut de Proust (el francès no era la seva assignatura preferida, però qui sap si alguna cosa li va calar fort). No ho sé del cert, del que sí estic segura és que el temps tindrà un pes important en aquest autoretrat.
En
uns quants dies acabo la lectura i penso una mica en totes les històries i
decideixo escriure aquestes línies. Al meu parer, la frase de l’autor del Autorretrato con radiador Christian
Bobin amb la qual comença el capítol 1 resumeix molt bé el llibre que he tingut
entre mans:
Una obsesión, una única
obsesión, tenaz, incansable, profunda, insistente, incurable, con eso es con lo
que se hace un escritor o un loco.
Un relat? Una novel·la? Un dietari? Un assaig? Una biografia? No m’interessa la resposta, sols la veu que va relatant-nos tot allò que li succeeix dia a dia, els objectes amb què conviu, allò que observa des de la seva habitació, la reflexió sobre l’avorriment i la inactivitat, la perplexitat davant la condició humana, la soledat, la misantropia, el nihilisme...
Hi
ha frases d’altres escriptors al començament d’alguns capítols. He passat una
bona estona amb la de Pessoa al començament del capítol 10:
Embebo mis ojos en los
colores y en los sonidos del paisaje […] Los ojos que piensan para dentro cosas
de fuera
He imaginat Pessoa assegut en un dels carrers de Peníscola, gaudint dels colors del mar, dels capvespres, del sol sortint per l'horitzó, de la majestuositat d’Irta... com tu, Sergi, hauràs estat tantes i tantes vegades.
Un altre autor que em crida l’atenció és Rilke. Amb ell comença el capítol 47:
Aquí el tiempo no cuenta; un año no importa y diez
años no son nada; ser artista significa no calcular ni medir; madurar como el
árbol que no apremia su savia y se yergue confiado en medio de las tormentas de
primavera, sin miedo a que después pueda no llegar el verano.
Rilke sempre volia penetrar en la interioritat de les coses, per això, escorcollava la vida quotidiana. Quant vaig gaudir dels seus poemes i de les seves Cartas a un joven poeta a la meva època de facultat! A les seves cartes ens mostra la seva concepció de la vida, la literatura, l'art, la religió... com tu has fet, Sergi, a mesura que li donaves forma al teu autoretrat.
Però no sols Bobin, Pessoa i Rilke estan presents al teu llibre. També Kafka i la seva Metamorfosi formen part del teu retrat existencial: l’escarabat del capítol 8, aquella panerola que surt de l’esquerda del saló al 35, l’home nu que sembla un aranya, el bony a l’esquena, el mateix títol del llibre...
I, a poc a poc, el Sergi artista, el pintor, el dibuixant, el bohemi; el Sergi que és un boig, el sense cap; l’irònic, el somiador, l’obsessiu, el poruc, el músic i el melancòlic; el Sergi que conec i el que desconec ha anant dibuixant-se en cada una de las línies d’aquest collage pintat amb lletres. Quina tendresa pel teu iaio!
Aquest és un llibre que podem obrir-lo per on vulguem. És cert que tots els relats tenen un fil conductor i formen un tot, però la línia temporal la marca el mateix lector. Res no va abans i res no va després. Tot el que llegim té molta, molta creativitat i imaginació, i sobretot trobem molt d’amor per l’art en cada capítol!
Toda la literatura consiste en un esfuerzo para hacer real la vida, deia Pessoa.
No sé si és possible descobrir on està el límit entre la realitat i la fantasia en el teu autoretrat, però... què més fa!. Podem pensar el que vulguem. Això és el millor del llibre.
Un gran domini de la lletra, una explosió de sentiments com ho fas amb els pinzells quan pintes els teus quadres.
domingo, 28 de noviembre de 2021
REJUVENECERSE
Soy capaz de detectar a las
personas que se abruman con el paso del tiempo. No son ningún misterio para mí.
Suelen ir vestidas con ropa de marca, convencidas de que la elegancia y el buen
gusto se distinguen a primera vista, en nuestra apariencia, en nuestra
estética. He visto a muchas de estas personas pavonearse con sus gafas de sol
de quinientos euros los días nublados, solo para ocultar los surcos y las
arrugas propias de la edad. No se aceptan. Entran en una especie de baile de
San Vito cuando, sin querer, manchan su estudiada indumentaria mientras degustan
algún manjar en alguna terraza soleada con vistas al mar. Su expresión se
frunce en angustia cuando un lamparón salta sobre su ropa, porque esa prenda, la
calidad del género, la excelencia que va implícita en el tejido, logra
distinguirlos de los demás. De ahí que, cuando la salsa de marisco, por
ejemplo, salpica su camisa de corte italiano, se sientan vigilados por mil
ojos, como si el francotirador del tiempo les apuntara para cargar contra ellos
en cualquier momento. No sudan; al menos en público. Evitan hacer esfuerzos
físicos, pues si alguien advirtiera una pequeña roncha de sudor bajo sus axilas
podría interpretarse como un signo de abandono. Son formales, puntuales, y, si tienes
la oportunidad de quedar con ellos, dan consejos valiosísimos sobre el
comportamiento humano. A través gestos y ademanes pueden analizar la conducta de
aquellos que tienen a su alrededor y saber mejor que nadie cuando la mediocridad
se instala en sus vidas, sin conocer, de antemano, nada de sus circunstancias
personales. Son geniales y poco tolerantes. Se quejan siempre por vicio. La
mayoría son inconformistas y exigentes, obsesivos, intensos, inteligentes…
Quieren ser volcanes para proyectar su energía, su ímpetu, el fuego, el vigor.
Sin embargo, tras toda esa cosmética y sus creencias rejuvenecedoras,
desprenden ternura y fragilidad. No quieren envejecer. Pues, como digo,
pertenecen al colectivo de personas abrumadas por el inevitable avance de los
días. Las que yo conozco viven en áticos, lo más alejadas de la corteza
terrestre, ya que, según sus teorías, el tiempo transcurre más lentamente en
las alturas. Nunca van a la playa; no soportan mezclarse con gentuza, dicen. Y
detestan los colgajos de carne flácida que ellos mismos esconden bajo la
suavidad de una sudadera fucsia con estampaciones vintages. Todo para engañar
al tiempo, pero no a nosotros. Cualquiera les diría que prueben a colorear
mandalas sobre el universo, las estrellas y los planetas; que busquen una peluquería
sin glamour para definir un peinado adecuado a su escasa mata de pelo, y que,
de una vez, acepten el flujo decadente e irrefrenable del paso del tiempo.
sábado, 6 de noviembre de 2021
INSTINTO VEGETAL
sábado, 30 de octubre de 2021
SECCIÓN AUREA
sábado, 23 de octubre de 2021
EL «ALLIOLI» DE MI ABUELO
El «allioli» que preparaba mi abuelo era una masa amarillenta y untuosa que podía extenderse sobre el pan, las patatas, el pescado y, también, cómo no, mezclarse con el «arrossejat». Esa emulsión oleosa era tan densa que se mantenía pegada en las paredes del mortero si se volcaba boca abajo. Mi abuelo era marinero y, como tal, sabía elaborar óptimos envenenamientos gastronómicos. Para mitigar la voracidad de los turistas procedentes de la capital preparaba un caldo de pescado tan potente y salado que la sustancia sabía a puro mar. Echaba un puñado de arroz por persona y doraba los granos en una cazuela con un buen chorro de aceite de oliva; luego lo cubría con ese líquido concentrado destinado a embeberse durante la cocción. De esa manera tan humilde conseguía que ese rancho se convirtiera en la fórmula más eficaz y sibilina para perforar los estómagos de los foráneos que venían al pueblo con ínfulas de grandeza. Los invitaba a comer a bordo de su pequeña embarcación y, tomándolos del hombro, les ofrecía vermut casero en su singular porrón de nudos azules. Conseguía que revelaran su ansia, su apetito desmesurado, para que, tras el festín, cuando los codiciosos comensales estimaban una digestión placentera, actuara la potencia del ajo y el aceite de esa salsa tan digna como excesiva, removiendo sus entrañas y golpeando ardorosamente a los más débiles de espíritu.