domingo, 23 de septiembre de 2018

DOS TALENTOS


Un simple «qué tal» sirvió para que un señor que no conocía de nada volcara sobre mí un discurso apabullante. En las barras de los bares suele haber gente con esa facilidad de palabra. Me contó toda su vida. Me habló de su trabajo, su familia, sus aficiones, de algunas intimidades con su señora y, sin venir a cuento, tuvo la desfachatez de menospreciar al camarero porque sí. Toleré su conversación asintiendo de buen grado a todo lo que me decía. Por un momento, estuve a nada de decirle que por favor se callara. Pero aguanté. No quería parecer maleducado.

viernes, 21 de septiembre de 2018

ACROBACIAS


Lo que hago aquí contigo no es lo que haré mañana en otras circunstancias. Es así. La que soy junto a ti no es la que suelo ser con los demás. A ti te muestro mi afecto con admiración y respeto. A los demás les oprimo algunas partes de su cuerpo con movimientos insistentes de mi boca y de mis manos, incluso de mi cuerpo. Contigo soy auténtica, más decente. Vales mucho, muchísimo, y prefiero mil veces lo que tú me aportas. Con los demás solo practico mis acrobacias, enjaulada en hoteles y pensiones. Nada por lo que debas preocuparte.

lunes, 17 de septiembre de 2018

TEMBLORES


El baúl de los juguetes está cada vez más vacío. Se han ido la Barbie, su marido Ken y las Barriguitas. No soportaban los temblores. También lo han hecho algunos muñecos de Star Wars y los soldados G.I. Joe. Otros juguetes se han quedado en la casa gracias a un decidido Click de Playmobil que ha pilotado una avioneta de Lego y ha descubierto cómo el pobre edificio sufre unos terribles ictus. Ha quedado desfigurado, torcido, prácticamente irreconocible. Solo cabe la esperanza de que los movimientos convulsos de la ciudad vuelvan a zarandearlo para que todo torne a su sitio.

jueves, 13 de septiembre de 2018

EL PUEBLECITO


Vagar sin rumbo y sin prisa es una nueva circunstancia para la mujer que ya ha gastado su tiempo. Lo hace los días cubiertos de nubarrones para no asfixiarse del aire viciado, pues siente que el cielo está más cerca cuando llueve. Ha conseguido llegar a un lugar recóndito que huele a humanidad. Es un pequeño pueblo olvidado que necesita a mujeres como ella; que anhelen lo eterno, sin planes ni expectativas, y que sean capaces de contemplar su decadencia como una cautivadora puesta de sol. Si finalmente se quedara, solo debería esforzarse en aprender a silbar como los pájaros.  

martes, 4 de septiembre de 2018

MICROBIOS


       
El científico estaba en su laboratorio. Pensaba que para acceder al mundo de los microbios debía profundizar en su sexualidad. Si quería descubrir algo que valiera la pena era preciso realizar un estudio exhaustivo de sus mutaciones, identificar las bacterias, cultivarlas, y entender que ellas, incluso él mismo, estaban al servicio de la biología. La investigación podía llevarle toda la vida, de hecho ya llevaba media con un ojo tonto de tanto observar por el microscopio. Su vocación, la gran elección de su vida, ya no le parecía tan apasionante. A veces se arrepentía. «Vaya mierda de trabajo», se decía. ¿Qué era un virus? ¿Y un cáncer? Lo sabía todo, pero resistirse a las infecciones era prácticamente imposible. Los microbios estaban en todas partes y no había un verdadero dominio sobre los microorganismos. Pero allí estaba, investigando.
       Esa mañana se quitó la bata blanca y, sin ganas de trabajar, se tumbó sobre una placa enorme de arena. Era del tamaño de una cama y se utilizaba para llevar a cabo experimentos. Se relajó y se acopló a sí mismo en aquella cómoda superficie. Se quedó dormido, en trance. Al cabo de media hora, proyectó un susurro desde el estómago. Cualquiera diría que era un ronquido. Pero nada de eso. Era una voz que reproducía los sonidos de la naturaleza. Oscilaban graves y agudos, y, sin saber cómo, se transmitía aquello que no vemos, los elementos invisibles que nos rodean. Lo que estaba sucediendo no era un experimento; era un señor acostado sobre la arena, dormido, formando un todo con los millones de partículas. Era un germen, una semilla, uno de esos microbios capaces de propagar enfermedades, el origen de algo, una célula, un capricho de la naturaleza que se había originado sin venir a cuento. Un cuerpo  prácticamente invisible o una insólita desaparición. Nada. Todo.

lunes, 3 de septiembre de 2018

OTRO ORIGEN


Vivir fuera del universo origina una intimidad extraña, una soledad que nace del interior pero que, curiosamente, no es necesaria llevarla dentro. Fluye aparte. La sensación es incomparable, pero, sin saber ni cómo ni porqué, se generan úlceras. Vivir alejado del cosmos es sentir otro aire, otra intensidad. Es oír un eco que rebota en tus paredes. Es una emoción exótica donde no intervienen los sentidos. Nunca sientes hambre. No bostezas. Vives contemplando una negrura que chispea brillos. No hueles. Nada te roza. Flotas. Te pesan los pies y tienes la mente muy ligera. Todo es profundo, y estás flojo como un guante, como sin huesos. Relajado. Al principio, vivir fuera de la galaxia es muy agradable. Quieres quedarte para siempre, y te sientes tan fuera de ti que exclamas: «¡qué maravilloso es este origen, que extraordinario es estar en estas tinieblas ajenas a los mundos!». No añoras las civilizaciones ni el futuro, pero con el tiempo esa felicidad se vuelve tan inaguantable que enloqueces sin darte cuenta.