jueves, 28 de febrero de 2019

NECESIDADES


Siempre lloro cuando tengo hambre.
A veces estoy en el trabajo atendiendo a algún cliente y, de repente, se me humedecen los ojos, se me apodera un incómodo decaimiento. Es el hambre. Nadie lo imagina. Pero cuando me siento famélico me cuesta mucho contener el llanto. Las lágrimas están ahí, en los ojos, y, como si tuviera un tic incontrolable, me asalta la necesidad por comer algo inmediatamente. Por ahora nadie se ha dado cuenta de este curioso trastorno. Para que no adviertan esta extraña y repentina melancolía, pido a los clientes que me disculpen un momento. Me levanto de la mesa y los dejo ahí, sentados en mi oficina. Necesito ir al baño, encerrarme un momento y calmar mi apetito. Pensarán que mi indisposición es debida a las necesidades fisiológicas. Para nada, pero mejor que piensen eso. Es embarazoso que, sin esperarlo, vean cómo un señor de cincuenta años puede arrancarse a llorar desconsoladamente por el hecho de estar muerto de hambre.

lunes, 25 de febrero de 2019

LA POLÍTICA ES NECESARIA

Qué sería la política sin la mentira. Nuestros dirigentes no podrían ejercerla con solvencia. Las tácticas electorales no ilusionan únicamente con el recurso de la verdad. ¡Ay, la verdad! La verdad es muy cruda y debe adornarse. Un mitin precisa de especulación, de fantasía, de imaginación… La realidad, si es dura y cruel y se quiere sobrellevar de la mejor manera, debe dosificarse, o, bien, puede envolverse de embustes para digerirla convenientemente. Los políticos, que son expertos cuentistas, saben hacerlo muy bien. Su discurso, cuando está bien contado, llega a la gente como una historia potente, con sus conflictos, sus puntos de giro y una trama tan bien construida que da la sensación de que evoluciona hacia un punto favorable. Saben mantener la atención, incluso la ilusión. Sin embargo, a menudo, como ocurre en literatura, independientemente de lo que suceda durante o al final de un mismo relato, cada uno entiende lo que le da la gana.

viernes, 22 de febrero de 2019

EL JARDÍN DE LOS SUICIDAS


La raíz de la mandrágora es medio humanoide; de ahí que lo parecido cure a lo parecido. Es falso que sea una planta tóxica; solo lo es si se arranca de malas maneras del lugar donde ha crecido. Vive en bosques sombríos, en lugares donde no da mucho el sol; de hecho, es una planta que prefiere la luz de la luna. El dolor que sienten cuando se las extirpa de la tierra es como si a un humano le cortaran las piernas de cuajo con un hacha. Hay que saber tratarlas.
      Tengo a una viviendo en casa. Le gustan mis cuidados, está a gusto. En mí ha encontrado la delicadeza que busca. De hecho, ni se enteró cuando la trasplanté de la vereda de un arroyo a mi apartamento. Estar con ella me produce efectos sedantes, analgésicos. Me ha curado de mi angustia crónica. Sus raíces crecen cada día y se bifurcan en largas piernas y brazos. Se enreda en mi cama ofreciéndome el abrigo que necesito. Es independiente, y, en este tiempo que lleva conmigo, ha alcanzado la fuerza, el don de la palabra e incluso la razón. Sin embargo, mis deseos se vuelven cada vez más peligrosos. El sueño, cuando estoy arropada por ella, me incita a conocer las variadas formas del suicidio. Conoce tantas y tan sugerentes que, cada vez que me siento abatida, la curiosidad me entra por los huesos como un agradable frío que me incita al atrevimiento.

jueves, 21 de febrero de 2019

LOS ENAMORADOS


Mientras un hombre y una mujer pasean acaramelados por la playa, ella, de repente, lanza un pequeño palo que se encuentra clavado en la arena. Él, inquieto por la maniobra, se endereza, se tensa, y abre los ojos como platos en la dirección que ella lo ha lanzado. El hombre divisa el punto donde ha caído y, antes de reaccionar, mira fijamente a los ojos de su acompañante para advertir en su gesto lo qué debe hacer. Corrobora un movimiento con las manos y, como si le fuera la vida, echa a correr en busca de aquel trozo de madera. Se lo trae en apenas unos segundos, dando saltitos frente a ella y con ganas de más. Han salido un par de veces; al cine y a comer sushi en un restaurante japonés que han abierto en el centro. Se están conociendo. Son tal para cual. Es curiosa la complicidad que se crea entre los enamorados… Él es bonachón, trabaja de contable, es disciplinado, algo tímido y de belleza difusa. Ella, en cambio, es seductora, una mujer de carácter, rebelde, trabaja en una tienda de ropa y le encantan los animales.

lunes, 18 de febrero de 2019

MALOS VECINOS


El otro yo que tengo vive justo arriba, en el segundo. Estoy harto de oír cómo se ríe de mis logros, de lo que considero un triunfo. Tengo la ilusión de sentirme grande mientras reflexiono sobre mis cosas: mis cuadros, mis exposiciones, mis menciones… Lo hago en silencio, en el primer piso, orgulloso de aportar mi visión del mundo a través de mis creaciones. No es mucho, lo sé. Es algo sin trascendencia, únicamente un vasito de mi esencia en un mundo que olvida cada día. Sin embargo, es suficiente para sentirme querido y digno en este pueblo. Mi otro yo, el de arriba, es tóxico, cruel, no se alegra de lo que me pasa, se cachondea, y siempre mete mucho ruido. Arrastra muebles y sillas. Quiere irritarme, que me altere. Alguna vez he subido sigilosamente las escaleras, he llamado al timbre de su puerta con insistencia, y, escondido, observo cómo lo saco de sus casillas y se cabrea al no ver a nadie.

viernes, 8 de febrero de 2019

LOS MONTES DE TOLEDO


En los Montes de Toledo uno sueña cosas que siempre logra recordar al despertar. Yo he soñado una calle de sauces que lloran y un suelo de hierba distraída; suspiros de eucaliptus y aromas que laten a destiempo. He soñado una fauna y una flora, una agradable monotonía que tranquiliza a las almas para que gocen de su rutina. En este paisaje de ensueño he conseguido crear una imagen irreal de mí mismo. La he proyectado en un ciervo macho, de porte majestuoso y esbelto, que corre feliz por el lecho de la melancolía, con la cabeza llena de notas que componen miles de historias y emotivas sinfonías. Todo le entra por esos apéndices óseos que se retuercen sin rumbo. ¡Pero, cuidado! No son cuernas, ni su cornamenta, sino una gran peineta que se ramifica hacia el cielo para imaginar lo que jamás ha existido.  

miércoles, 6 de febrero de 2019

EL PORTERO DEL EDIFICIO MARINA


Dale un bisturí y un cuerpo que necesite ser intervenido y, Florencio Sales, el portero del Edificio Marina, te demostrará el prodigio que lleva dentro, su arte. Ungirá el cuerpo enfermo con un bálsamo que él mismo habrá elaborado y pronunciará unas frases ininteligibles formadas por una mezcla de silbidos y sonidos broncos. La materia grasa untada en la piel del individuo conectará con los ecos internos de su alma y con la naturaleza del cosmos. Rajará la carne con su pequeña arma quirúrgica, y, con elegante destreza, realizará un espectáculo igual de bello que de cruento al extirpar los órganos dañados. Un corte por aquí, otro por allá. ¡Zas, zas!¡Chaff, chaff!
     Florencio es experto en hígados, vísceras, riñones, bazos, huesos, músculos, tendones… Conoce las enfermedades, las malformaciones, los tumores, el sufrimiento, el dolor. Es impecable con su cirugía y un portento en su magia. Intervendrá a todo aquel que se lo pida, a cualquiera que precise de su ayuda. Gratuitamente u ofreciéndole la voluntad. Lo hará con entusiasmo, con esa capacidad suya para generar milagros, en una pequeña habitación que los vecinos del Edificio Marina le han dispuesto en el rellano. Por su trabajo pasa la mayor parte de su tiempo en la entrada de esa escalera; así que si logra sanarlos y se restablecen de sus dolencias será feliz, se sentirá digno. Y si no, igualmente, disfrutará de haberlo intentado, de su hazaña mística; del dolor esperanzador, de los gritos lastimosos y ahogados de los enfermos, porque, en el fondo, ellos se han agarrado a él como a un clavo ardiendo.  

viernes, 1 de febrero de 2019

EL HOMBRE PÉRTIGA


La entrepierna de Sergey Kambrilev era un paisaje maravilloso, resplandeciente, un amanecer entre dos nubes que descubrían un gran porvenir; un horizonte glorioso. Sergey pertenecía a un pequeño pueblo de montaña de estupendas entrepiernas. Los domingos no era extraño verlo trotar desnudo por las calles del casco antiguo, sintiendo la brisa en su punto de fuga, y disfrutando de esa sensación incomparable al subir las pendientes adoquinadas de aquel núcleo histórico. Jadeaba de placer porque la sangre se movía, lo estimulaba, y le engrandecía aún más aquel hermoso panorama que, a vista de pájaro, alcanzaba una apariencia ardiente. Pasó de una sencilla perspectiva caballera a una palpable y exuberante perspectiva cónica oblicua. El punto de vista cambió, se le expandió, y, desde el plano, llegó a elevarse a unas coordenadas tridimensionales fuera de lo común, tomando un relieve inhiesto, empinado, desmesurado. Un circo trató de contratarlo para que él se convirtiera en el nuevo espectáculo de la compañía. Pero Sergey se negó. Su pueblo le ponía demasiado. Le permitía vivir en paralelo.