El mosquito-tigre es una extravagancia de la naturaleza, igual que la
mosca-rinoceronte o la libélula-cocodrilo. Sus picaduras son alarmantes,
peligrosas, incluso letales. Estas criaturas, cuando se concentra un alto
porcentaje de humedad en la atmósfera, clavan sus espinas a los homínidos,
gangrenando sus cuerpos de cuello para abajo. La cabeza se les hincha en tonos
jacintinos y toma un tamaño colosal. Los ojos se desorbitan, se vuelven tremebundos.
Les desaparece la boca, se taponan los orificios de la nariz y los estertores
de la muerte retumban en ellos anunciando lo inevitable. En esta concreta envoltura
climatológica, si la humedad contenida en el ambiente pasa a una fina lluvia,
el cuerpo de sus víctimas salta por los aires. Sin embargo, tras la cruenta explosión,
en el suelo queda un tejido muerto que jamás se descompone.
No hay comentarios:
Publicar un comentario