El mundo empezó a
torcerse cuando alguien rompió mi manualidad. Yo mismo la construí unas semanas
antes. Me basté de unos alambres para crear el esqueleto, y de papel de
periódico y cola para dar el volumen. Cuando la masa de papel maché adquirió la
forma adecuada dejé que se secara y se endureciera. Luego lijé las
irregularidades y pinté el cuerpo de color carne. A la cabeza le di expresión
humana a partir de una foto de mi prima. Reproduje sus ojos, su nariz y su boca
con un pincel fino. Las orejas quedaron tapadas por una pequeña peluca rubia
que dispuse con gracia. La cubrí con un vestido de lunares amarillos, la calcé con
unos zapatitos rojos de tacón y la engalané con un bonito collar y unos
pendientes de flamenca. Me quedó divina. Tal como ella era.
Qué manualidad más bonita y qué pena que alguien la rompiera.
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