48ª crónica de un confinamiento improvisado
Modelar con los dedos las deposiciones que evacuamos como una arcilla compacta es un acto repulsivo en sí
mismo, pero, puestos a ser creativos y soeces, también es una labor susceptible
a alcanzar un resultado artístico. Podría ser una experimentación meritoria con
la escatología y lo efímero. Esta afinidad que tengo con las heces fecales es
curiosa, no sé por qué recurro a ellas con tanta asiduidad, pero lo cierto es que
siempre se ha manifestado como una tensión divertida que ha relativizado
todo aquello que, en principio, se gana la etiqueta de admirable o excelso. Ya de
niño recurría a la visión recurrente de reyes, obispos y familias de alta
alcurnia cumpliendo con sus elevadas tareas para luego buscar el contraste
imaginándolos en sus retretes descargando lo grotesco.
Había un artista italiano llamado
Piero Manzoni que recogía sus excrementos y los envasaba al vacío en latas de
metal. Luego adhería su correspondiente etiqueta con un texto: «Mierda de
artista. Contenido neto 30 gramos. Conservada al natural. Producida y envasada
en mayo de 1961». Estaba escrito en diversos idiomas y con la firma del artista
en la tapa para darle valor. Era un artista con renombre que había exhibió su
obra en las galerías más famosas y en los mejores museos. Se le ubicaba dentro
del arte conceptual, como no podía ser de otra forma, o del arte de acción, como
bien evidenciaba su producción. Parece ser que llenó noventa latas con sus
deposiciones y las vendió al peso de cotización que tenía el oro en aquel entonces.
Lo cierto es que cuesta considerar esa acción como un hecho artístico, pero a
mediados del Siglo XX Manzoni marcó tendencia.
¿Era mierda de verdad?
En esta supuesta hazaña cabía la posibilidad de que engañara al público y
que todo fuera una gran mentira. ¿Quién estaba con él para comprobar su proeza?
Lo más recurrente era pensar que introducía una bola de papel del peso marcado, treinta
gramos, y luego decía que eran sus deposiciones. Pero nada de eso. No hizo
trampa ni pretendía reírse del público con su insólita acción. Fue honesto –requisito
indispensable para crear desde la verdad–, ya que, con el tiempo, algunas latas
explotaron por la expansión de los gases.
Evidentemente, Manzoni produjo más obra sin atender a los rechazos
biológicos de su cuerpo. Con su discurso creativo hizo una crítica burlona y
sarcástica al mercado del arte, dispuesto a comprarlo todo a condición de que
se estampara una firma.
Estos días la gente está especialmente creativa, hay talento y fantasía, el
ingenio se les dispara y el sentido del humor que derrochan parece ser la mejor
fórmula para combatir las adversidades. Ahora tenemos guantes y mascarillas
para protegernos. A qué esperamos en dar forma al bloque de barro que crece en nuestro interior. Empezad modelando algo sencillo, una figurita o
un muñequito, y luego, los más osados, los que aspiréis a tener vuestra esencia
en una lata de conserva, haced lo mismo que Manzoni.
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