49ª crónica de un
confinamiento improvisado
Espontaneidad y disciplina. Eso puedo ofrecerlo. Me es cercano. Ambos
conceptos, aunque parezcan alejados entre sí, se complementan muy bien, son
combinables, al menos en el terreno creativo. Esta dualidad contrapuesta me
recuerda al binomio fantástico que algunos manuales de escritura creativa
aconsejan para activar la imaginación.
Hoy he empezado a fumar. Ayer fui al estanco y le pedí a mi amigo Ramírez,
el encargado del establecimiento, que me vendiera un paquete de cigarrillos
para iniciarme en el arte de tragar y exhalar humo. Nunca he sentido el mínimo
impulso por fumar, pero he querido probarlo para sentir en mi carne la contraposición
de conceptos. Igual he nacido para disfrutar del tabaco y nunca lo hecho por mi
tendencia a la inapetencia.
Esta mañana, tan pronto me he levantado de la cama, me he enchufado un
cigarro y he empezado a dar caladas. La gracia está en tragarse algo del humo. Pero
no me ha gustado. Me he mareado. Aun así, no he querido darme por vencido. Muchas
veces escuchamos un disco nuevo de algún grupo o cantante y, de primeras, nos
cuesta conectar con su música pero, a fuerza de escucharla y ser perseverantes,
al final, conectamos y nos encanta. Hay pocas cosas que nos gusten de entrada. ¿Quién
no ha rechazado la cerveza la primera vez que la probó? Yo no podía con su
sabor amargo y ahora soy adicto a ella. Necesitamos insistir en las cosas para
que nuestro cerebro asimile y entienda que, si se es firme, prácticamente todo puede
convertirse en un hecho placentero.
No voy a dejar de fumar. Me esforzaré en aspirar y en exhalar humo cada
día. Ramírez me ha dado una marca suave que, al apretar la boquilla, el sabor
del tabaco toma un regusto mentolado y se hace más llevadero. He apurado mi
primer cigarro dando vueltas en mi taburete rotatorio, como si estaría subido a
un tiovivo de feria. Ahora me arrepiento de esa actitud infantiloide. Náuseas y
arrojos sin tener nada en el cuerpo. Ese ha sido mi premio. No he podido evitar
sacar la bilis. Mi nefasta ocurrencia ha incentivado aún más mi malestar y he
acabado por los suelos, pálido, desvalido, y sin fuerzas para nada. Pero ha
valido la pena. Un fondo de Mahler se repetía de forma continua en mi cabeza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario