sábado, 11 de abril de 2020

SOLO DE VIOLÍN


29ª crónica de un confinamiento improvisado


Cuando estoy triste me tumbo en el sofá y me quedo abrazado a la paleta de jamón ibérico que vive conmigo. Mi nariz se pega a sus fragancias y respiro otro paisaje. Ahora vivimos enjaulados en nuestras rutinas; no nos queda otra. Por eso lo mejor es dormir. El sueño es capaz de modular las costumbres diarias para no acabar enloquecidos; es el paréntesis que necesitamos para ordenar nuestros desequilibrios. Para coger el sueño a mí me va bien tener la televisión encendida. Dejo el canal de informativos y sus voces me relajan. Tienen un ritmo constante, una cadencia agradable que me balancea suavemente y siento que soy un bebe al que le cantan una nana. Hasta que una voz sobresale. ¡Atención. Última hora!
Cuando eso ocurre me espabilo de golpe. ¡Escucha, va a hablar el presidente!, le digo a mi querida paletilla. Entonces acomodo su aromática carne entre el cuello y mi hombro izquierdo y la pinzo con la barbilla; inclino un poco mi cabeza y sujeto el extremo de su pata con mi zurda para que su cuerpo curado quede bien extendido. Luego cojo el cuchillo jamonero que tengo sobre la mesa y lo sostengo con el pulgar derecho y los dedos. El cortante filo lo dejo descansar sobre el tocino mientras me mantengo expectante. Dispuesto a tocar. A ver qué noticias trae. 

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