47ª crónica de un
confinamiento improvisado
¿Un gato francés maúlla igual que un gato español? ¿El maullar de los
gatos es distinto dependiendo del país del que proceden ¿Y el ladrar de los
perros?
Mis libretas están llenas de ocurrencias absurdas de ese tipo. Cuando
algo capta mi interés, por muy tonto que sea, lo anoto. Pensamientos; ideas;
palabras; frases que he leído en periódicos, revistas, libros; conversaciones… Todos
los gérmenes de la creación son susceptibles para que en ellos quede suspendida
una historia. Cuando me encallo en los arrecifes del proceso creativo me
sumerjo en mis libretas con un arpón y trato de ensartar conceptos e ideas que
entre ellos, muchas veces, no guardan ninguna relación. Lo que hago es combinar.
De esa manera armo un texto y, ante esa diversidad de verdades que en su día
anoté, doy rienda suelta a mi imaginación. Creo un cadáver exquisito con las
sobras que hay en las aguas estancadas de mis libretas, ya que por sí solas no
son alimento literario. Escribir me ayuda a buscar recetas que tengan que ver
con la realidad y la verdad de mi vida. Ahora el mundo se balancea como un
barco, y los que se marean como yo no tenemos más remedio que frecuentar
lugares no humanos. Yo los llamo los «no sititos». Es una experiencia que os
aconsejo que viváis al menos una vez.
Ahora perdonadme, pero me ha parecido oír un ladrido que identifico con la
voz del perro callejero que a veces viene a verme. No es como los demás perros.
Desde que presto más atención a los detalles noto que habla con un hilillo de
voz dulce, aguda y penetrante. Tiene un acento extraño. Yo diría que este perro
no es de aquí. Seguro que es forastero.
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