El señor que
acostumbra a pensar demasiado está esperando a una mujer en una cafetería. Le
sudan las manos y el trémulo de su pierna derecha es tan frenético como las
palpitaciones de su corazón. Está nervioso. Una película le pasa por su mente:
si ella le dice que sí, intuye un largo noviazgo; luego el casamiento; los
hijos; períodos de felicidad; la convivencia; el ahogo, broncas y
reconciliaciones; los vericuetos que se instauran permanentes… Le entran las dudas
y baraja la posibilidad de dejarla plantada. Pero no lo hace; la espera, y
acepta aquello que le depara la vida.
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