jueves, 14 de abril de 2016

ECO

El camarero dio un traspié y le cayeron al suelo las botellas y las copas que llevaba en la bandeja. El ruido fue tan exagerado que además de sobresaltar a la gente del local, también azaró a las personas que vivían en los edificios más altos de la periferia. El repentino dominó de vibraciones traspasó los lindes de la ciudad y, con la velocidad de una centella, atravesó valles, montañas, mares y cientos de ciudades, provocando conmociones similares por allí donde pasaba; hasta dar una vuelta completa al globo y aplacar su molesta resonancia en los cristales rotos de procedencia.

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