lunes, 4 de abril de 2016

LA CITA

Ese señor apuesto se nota que está nervioso; está incómodo. Se mueve mucho y no para de mirar el reloj. Se ha levantado siete veces del banco; camina un poco y vuelve a sentarse. Se ha encendido otro cigarro, el quinto. Mientras se lo fuma alguien se acomoda a su lado. No es la dama que espera. Es un señor barrigudo, vestido con un chándal ceñido. Se le aproxima tímidamente y le tararea una cancioncilla divertida que ayer mismo le estuvo cantando por teléfono la dama a la que aún espera, arrastrando las erres y con el mismo acento afrancesado. 

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