Los adivinadores no
conseguían leer la mente del caballero desmemoriado. Por eso, recurrieron a los
excrementos evacuados del señor, pues tenían claro que uno era lo que comía, y las heces, aunque fueran desechos orgánicos, ocultaban pistas y metáforas prensadas
del pasado, del presente y de lo que estaba por venir. Apartadas del agua
residual del inodoro y observadas minuciosamente en una palangana, los más experimentados,
conseguían disociar finísimas cutículas de su historial, embebido de imágenes simbólicas.
De ese modo, tras ordenar ese serial continuo de instantáneas, afloraba la habilidad
predictiva de estos visionarios capaces de interpretar historias de película.
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