Siempre
elijo los caminos de humo. Me llevan a vagar y a regocijarme en las emanaciones
sombrías. La combustión asfixiante y el intenso calor nimban mi cabeza. Soy un
virtuoso del martirio. Me coronan perfumes relucientes de fuego y hiedo a carne
calcinada. Después a ceniza; a la futilidad de esta vida. Los que tocamos la
muerte durante el ocaso, morimos al dormirnos y somos otros con las primeras luces
del día. Nos rodean los sentimientos, nos avasallan, como en un callejón sin
salida, para que tomemos decisiones que nos permitan luchar contra la abulia y sigamos
con esta pantomima.
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