Vaya
noticia. Resulta que Juan, nuestro antiguo compañero de piso en la Universidad,
sí que estaba loco de remate. Aquella noche que salió para traernos
unas pizzas, desapareció y no volvimos a saber de él. Veo su foto en el
periódico y, diez años después, está prácticamente como lo conocimos. No sé cómo
un lunático cabrón como él ha podido vivir tanto. Al parecer se ha dedicado a
matar. Qué horror. Le gustaba despertarnos barritando y disparándonos con su
pistola de agua. Tenía cosas de auténtico gilipollas, pero en el fondo era buen
compañero, y muy generoso. Eso sí, cuando estaba deprimido era mejor no decirle
nada.
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