Dudo que pueda frenar las borracheras. Suelo empezar sin darme cuenta; con
Malibús, chupitos de colores y anís del mono. Luego sigo con el vino, ya sea de
batalla o del bueno, con las cervezas, que me refrescan y limpian el estómago y,
finalmente, con el whisky a palo seco. Ya no mezclo. Algunos amigos se me
acoplan. Les invito. Pero los tumbo enseguida. No tienen aguante, y luego me
toca llevarlos a casa. Me cortan la noche. Prefiero alcoholizarme solo, sin
lastres. Tardo bastante. Pero cuando lo consigo me arrellano en el Trono y me siento
Madre de Dragones.
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