El
hombre-hombre será aquel orgulloso de sus pies, de mostrarlos sobre unas
chancletas de verano con las uñas pintadas. Será el que descubra aquello que le
pasa mientras escucha la radio, caminando rápido por los altozanos, esos montes
de poca altura. El doblemente hombre odiará los coches de humo, aplaudirá al
finalizar los vuelos de sus viajes y estará concienciado en mil cosas, incluso
en reivindicar el orinal bajo la cama. Será simétricamente perfecto, absurdo, algo
blandengue, contradictorio, tiquismiquis –capaz de cortar la cabeza de las angulas–,
pero muy creativo, con el don de la serendipia. Instruido en sacar de la
estraza otros mundos, y tan buen amante como el musculoso que se pasea por las playas, marcando sus partes en un minúsculo taparrabos.
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