He de confesaros algo. He conocido a individuos mañosos, farsantes sin
talento capaces de desarrollar su ingenio con el fin de conectar con las
tendencias estéticas. Los considero astutos. Sin embargo, cualquiera con algo
de olfato puede descubrir en su discurso la falta de oficio. Aprovechan la
oportunidad que les brinda el entorno para generar tretas y efectos que
obnubilan a los que tienen dinero, ya que conciben el negocio como la manera
más imaginativa para acceder al mejor arte. Y yo, que todavía soy un romántico
en estos temas, pienso que la genialidad es un capricho que se alberga en el
talento de los más humildes, en los que no buscan nada, en aquellos que, a
pesar de que todo lo extraordinario les corre por las venas, han sido y son, de
alguna manera, maltratados por la vida.
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