Cuento con un desespero con el que dialogo cada día, y he llegado a la
conclusión de que soy un conjunto de manías. Algunas son inestables y
cambiantes, y otras tienen una estructura fija, como una raíz que ha estado ahí
perenne, toda la vida. Soy un hombre impresionable al que le afectan las cosas,
desde los colores chillones a los aromas que liberan los armarios. Asumo mi
decadencia progresivamente, aunque, sin saber cómo, he cerrado la puerta al
afecto humano. Prefiero refugiarme en el silencio de mi cuarto para no
preocuparme del futuro, para no saber si es de día o de noche. Estoy en continua
penumbra, sumido en una agradable ceguera que me permite conectar conmigo
mismo.
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