Cuando las creencias se hacen tangibles, Dios puede estar en cualquier
sitio, aunque tengo entendido que por estadística suele dejarse ver en las
formas esféricas: en los huevos, en sus yemas; en la mirada globular de los
ojos; en la redondez de algunas frutas; en los anillos de los árboles, en el
viento circular que producen las aspas de los ventiladores... Los milagros, si
se dan, son redondos, esféricos, sin aristas. Mirad el fútbol. Es una bendición
maravillosa para la mayoría de los hombres. ¿A qué se debe? Está claro. Las
apariciones divinas son un nimbo, un cerco, un halo que brilla candente. De
hecho, ¿qué podríamos decir del Sol? Pues que es una estrella sin puntas, un
prodigio de la naturaleza que nos ilumina y nos da calor, una maravilla que madruga
cada día. Las alegrías humanas son pequeños milagros; rachas felices que pueden
agrandar el estómago y lo hinchan como un globo. Mi barriga es un fenómeno abombado,
palpable, rotundo; contiene el portento y toda mi gracia. Es mi segundo cerebro.
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