He perdido mi casa por hacer sufrir a una asquerosa cucaracha. La quemé.
Sin embargo pudo escapar y, prendida en llamas, acabó en la parte baja de las
cortinas. Así empezó todo. Al verla patas arriba pensé que le había dado
muerte, pero, sin explicármelo, se recompuso y correteó por la casa como una
antorchita insectívora. Son duras, escurridizas, vengativas… Cuando la encontré,
estaba sobre la colcha de mi cama, revolcándose como un perrito que muestra su
alegría. Vinieron los bomberos y la policía científica. Me hicieron muchas
preguntas, y tuve que explicarles cómo sobreviví a esta insólita acción
pirómana.
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