Las placas de escayola del techo
esconden el cableado interno que corresponde a la domótica de la casa, a su
cerebro. Es una casa inteligente, pero siempre está enferma. Sufre migrañas que
la cortocircuitan y escalofríos sudorosos que ensucian el yeso de su piel. En ese
estado azogado van sucediéndose pequeñas catástrofes en el hogar, y hoy, tras
un potente fogonazo hemos quedado a oscuras. El chasquido con los dedos no ha activado
el mecanismo de sus entrañas y la continua vibración del andamiaje de su
conciencia ha querido que las paredes de ladrillo se nos vengan encima, sin advertirlas.
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