Contactaron conmigo porque en su
día predije con acierto el futuro de un chiquillo. Al examinar sus ojos enseguida
supe que apuntaría maneras. Declaré que en su etapa escolar empujaría por las
escaleras a su profesor de lengua y unos años después echaría a tierra ese
mismo colegio para convertirlo en un lujoso prostíbulo; sería un carismático
líder político que utilizaría su poder para ocultar asuntos y negocios turbios;
y que al final, con su vasta experiencia, acabaría como asesor de una importante
empresa multimillonaria. Recuerdo bien que sus dilatadas pupilas estaban hechas
de la misma sustancia que la codicia.
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