Los cumpleaños me dan nauseas, me
parecen una chorrada; aunque si todos fueran como yo no se celebraría nada. Me encierro
en mi habitación y fumo todo el día como un cosaco, sin apenas ventilación,
contribuyendo a que los dedos, los dientes y las canas de mi bigote amarilleen,
las paredes ya lo están. Me ovillo en un rincón, y a oscuras, sin que entre el
mínimo resplandor por las rendijas de la persiana, me ventilo un paquete tras
otro, a ver si de esa manera también ennegrecen mis pulmones y trasciende a
algo que si valga la pena celebrar.
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