Acostado en la cama enciendo la luz
de la mesilla. Cargo el móvil en ella toda la noche, sin reparar en las ondas. Me
ciño el edredón hasta el cuello y que penda similar en ambos lados. Tieso como
un muerto apoyo mis manos frías sobre el pecho, y noto un débil tic-tac más
adentro. Miro a la izquierda: armario, escritorio y estantería. A la derecha: la
ventana que da al patio. Pienso muchas cosas. Nada bueno. Del techo gravita un
pequeño ovni que clarea, entro enseguida en su órbita y, con los párpados pesados,
paso a un dulce letargo.
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