No creo que Dios quiera que seamos felices, ni que las ciudades y los
lugares sean espacios maravillosos, ni que reine la paz entre nosotros… Dios
habrá pensado que algo de dolor y sufrimiento es vital, y que el odio es el
mejor sentimiento para continuar despiertos en este mundo. Yo no soporto a
mucha gente. Podría decirse que odio a diferentes niveles. A los compañeros del
trabajo más bien los ignoro, son gilipollas, me dan mucha rabia; a la familia
de mi mujer tengo que aguantarla, no la trago, la aborrezco; a la mía directamente
la desprecio, no me hablo con nadie; a mi mujer, más que odiarla, le tengo
tirria, es irritante; y de hijos menos mal que no tengo. Gracias a Dios puedo
decir que mi aversión y rechazo hacia todos me da la fuerza suficiente para sentirme vivo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario