El infinito está en esta dura enfermedad, en el tiempo que no avanza
cuando lo inminente espera a la vuelta de la esquina. Tanto dolor y tanto amor
a la vez en esta habitación convierten las demoras en eternidades, y sonreír a
la persona que ya empiezas a añorar es una incómoda disposición del alma. El
infinito está en las lágrimas que atascan el diálogo y en el vacío que se
empaqueta lentamente para siempre. Me veo cayendo en la irrealidad de mi mente,
y en la realidad de este hospital me identifico con cualquier cosa frita,
rebozada de pena, engullida por una lúgubre melodía que se pierde en la vaguedad
cruel de este infinito que a todos nos llega.
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