El señor que quería
escapar de sí mismo solo podía hacerlo adoptando la apariencia de una mesa
camilla. Se ajustaba una chapa circular de contrachapado en la espalda y se
cubría totalmente con una funda gruesa de tela. Con unos velcros, se adhería
una preciosa mantilla de blonda y algunos complementos decorativos en el centro,
que dieran un toque distinguido. Luego, cuando formaba un todo estable, se situaba
en la salita de estar de su casa, bajo la cálida luz de la lámpara de araña, y,
a cuatro patas, esperaba inmóvil a que la familia se sentara a su
alrededor.
Relato finalista en Wonderland el 28/05/2016
Relato finalista en Wonderland el 28/05/2016
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