–¿Esto?... No es
obesidad. Soy todo agua ¿No os dais cuenta? –exclamaba don Manuel a sus nietos palmoteándose
su colosal barriga–. Soy puro y etéreo como la luz del sol…
Los chiquillos observaban
sus aspavientos y seguían escuchándolo atentos.
–Ahora me veis,
¿verdad?... pues aprovechad, aprovechad que me tenéis –les decía en tono condescendiente–.
Debéis saber que los días calurosos como este, con la evaporación, el vapor de
agua que desprendo al condensarme me transforma en nube, y por ese mágico
proceso, cuando reaparezco, lo hago en forma de lluvia, nieve, niebla o rocío.
Así que… aprovechad, aprovechad.
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