El color del cielo sin nubes es el azul celeste, el más claro; el azul
marino es oscuro; y el azul turquí el más oscuro. Los colores en sí mismos no
importan, y sí la relación que se establece entre ellos, su contraste. Se puede
vivir en escala de grises y desechar las metáforas que hemos inventado: el rojo
pasión, el verde esperanza, el azul cielo… Ser daltónico no es ningún problema.
De hecho, el señor que viaja por el mundo lo es; ve la vida en blanco y negro
–aunque él no lo sabe– y nunca ha hablado de tonos de color en sus crónicas viajeras. Sin
embargo, sí lo ha hecho de las diferencias que existen entre los paisajes, las
personas y las culturas. El colorido, en el fondo, solo sirve para maquillar la
piel de lo que existe. Algunos artistas se atreven a decir que pintan la luz en
sus lienzos, y yo, siguiéndoles la corriente, les digo que sí, que los colores resaltan
mucho y dan mucha vida.
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