Ese animal tiene los mismos ojos que mi Bertín. No sabría identificar
qué tipo de bestia es. Pero su mirada es tierna como la de mi marido. Él está
lejos, muy lejos; trabajando como albañil. Seguro que ahora debe estar arañando
el cielo subido a uno de esos andamios, sin pensar en el peligro que supone
construir rascacielos. Puede que en ese armazón de hierro se haya posado algún
ave de bonito plumaje: una grulla, una cigüeña o una paloma que añora con la
intensidad de mi mirada. Espero que en algún momento del día algo le recuerde a
mí.
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