En la entrada adhiero un billete de quinientos euros en el que escribo:
«Yo, Stefano Montorfano, vivo aquí”. Que sepan que soy el noble de la
urbanización, pues pertenezco a una familia de alta alcurnia; el que se merece
una calle a su nombre y un saludo adulador acompañado de una reverencia. La mansión
donde vivo es impresionante; tiene mil quinientos metros cuadrados sin contar
la parte de los jardines. Es la más ostentosa, provista de lujos carísimos; la
mejor construida; la que tiene mejores vistas y la que, en este núcleo
residencial, posee el sistema de vigilancia más sofisticado. Es por mi incalculable
fortuna. Todos deberían saberlo. Pero esta mañana el billete ha desaparecido.
La alarma no ha sonado. Supongo que alguien se lo habrá llevado. Los vigilantes
de la entrada no han visto nada. Me fastidia que la gente no muestre respeto a
mi linaje, a mi abolengo aristócrata. Pero da lo mismo, si es necesario
colocaré uno cada día para que sepan con quién están tratando.
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