Hoy ha sido un gran día, y no
solamente por volver a utilizar la peseta de antaño tras una larga crisis
económica, sino por apreciar la carita de satisfacción de mi hijo Nicolás. Con apenas
seis años, ha cogido él mismo una moneda de cien pesetas del monedero y, por
primera vez, ha ido solo a comprar una barra de pan en el supermercado de la
esquina. Al volver, nos ha comentado que la cajera ha hablado con él, le ha
ofrecido una piruleta de fresa y, además, le ha devuelto varias monedas. Estaba
muy contento; y nosotros también.
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