Fue la primera noche del mes de
agosto cuando al reconocido organista especializado en música sacra, Rigoberto
Roletti, le llovió un cuerpo extraño al salir a tirar la basura.
El enorme bulto, camuflado por la oscuridad de las tinieblas, tenía una naturaleza
robusta de apariencia abominable que debía pesar más de noventa kilos. Su
revestimiento grisáceo, moldeaba una satinada costra escamosa de apariencia
humana, pues, aquella criatura alada, tenía brazos, piernas y una angulosa cabeza
de rasgos indefinidos a la que le sobresalían unas puntiagudas orejas. La grotesca
sombra, temida por los hombres, era un mamífero repulsivo y raudo, de hábitos
cruentos, con un instinto sobrenatural que lo sacaba de su guarida para
enfrentarse a los peligros de la noche. Un inoportuno traspié desde lo más alto
hizo que se enredara en sus propias alas y se precipitara, por desgracia, sobre
Rigoberto al abrir la tapa del contenedor. Fuera lo que fuese aquel tenebroso espécimen,
aplastó al músico y lo mató en el acto. En el cielo se proyectaba una potente luz
blanca recortada por un símbolo quiróptero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario