domingo, 26 de julio de 2015

AMOR VERDADERO

A las parejas felices se las distingue fácilmente. Los domingos se arreglan y van a comer al restaurante. Un rato antes, dan un paseo y se sientan en una terracita junto a la playa para hacer el vermut. Sus hijos se entregan a los juegos que tienen instalados en el iPhone. El padre, con la excusa de ir a comprar el periódico, tiene un detalle con su mujer y la sorprende con una rosa. Ella queda encantada y, delante de todos, muestra un desmesurado entusiasmo que revela evidentes signos de estar haciendo un poco el paripé. «Mi amor, te quiero, te quiero…» exclama animosa una y otra vez. Se dan un beso interminable y, después, no paran de sonreírse, de achucharse, de acariciarse las mejillas con ojitos de dulce gatito, de comerse la oreja con arrullos... Brindan con la copita de cava que se están tomando, sorben un poco y, sin dejar de mirarse, vuelven al besuqueo, al acaramelamiento y al regocijo de sucesivas acciones que, descaradamente, son más fogosas y lascivas. No les importa que la gente les mire; se sienten felices, disfrutan del magnífico día, de sus inabarcables muestras de cariño y, como todo les parece maravilloso, gozan incluso del sofoco de sus chiquillos, que por nada del mundo desean levantar la mirada de la pantalla.

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