Hablar con tu ídolo no es tan complicado. Yo lo conseguí de la manera
más sencilla. Busqué su nombre en el listín de Páginas Amarillas y allí estaba. Marqué el número y voilà. Se puso una voz femenina. «¿Quién
llama?», preguntó. Primero pensé que era su esposa, pero por el timbre de voz supuse
que, más bien, era su asistenta. «Un fiel seguidor de sus obra», contesté. «Un
momento, por favor, no se retiré». Es cierto que pude hablar con mi escritor
preferido, y durante la breve conversación que mantuvimos me quedó claro que
para nada somos lo que escribimos.
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