El conocido genio de las matemáticas dejó de serlo al mes de morir su
madre. Se suicidó. Incluso su final fue una genialidad, una lección extraordinaria
dotada de precisión que estaba por encima de las consecuencias fatales de la
muerte. Buscó un modo tan original y bello, basándose en la lógica fundamental
de todo lo que existe y de lo que no existe, que la sociedad, lejos de barajar
en el incidente una respuesta traumática que evidenciara un profundo pesar, se
limitó a salir a la calle para aplaudir efusivamente y en masa la admirable manera
en que lo hizo.
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