Cuando
la bombona de butano se hace verbo es que se producen cambios que sugieren a la
lengua. El mozo que carga esas botellas de gas –que también adjetivan un color
intenso–, está infinitivamente realizando la tarea de butanear, por lo que
podemos decir que está butaneando y puede sentirse butaneado en su impersonalidad.
Si nos basamos en su presente, butanea, pero ha butaneado desde siempre, su
pasado perfecto lo avala. Ofrece butano con una camioneta que transita ruidosa
por las calles. Da un servicio a la gente que, en cualquier territorio e
idioma, sigue prefiriendo este rústico sistema. De ahí que en algunas demarcaciones
donde la A se pronuncia muy abierta –marcada con un acento inverso o grave–, muchos
de sus habitantes prefieran «butà». Y está muy bien que lo quieran, porque
subjuntivamente es necesario que haya alguien capacitado y profesional que
butanee. Todos tenemos derecho a butano.
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