martes, 13 de enero de 2015

SUPERVIVENCIA



Un señor bien vestido se desplomó delante de mí mientras cruzábamos el paso de cebra. Me interesé por su estado, enseguida lo atendí, pero no reaccionaba. Fingí ser médico. Le tomé el pulso y palpé su cuerpo inmóvil. Los vehículos se detuvieron y la gente se remolinó a mí alrededor observando mis maniobras de reanimación. Me agobié ante la expectación y les pedí que llamaran a una ambulancia. El revuelo permitió que deslizara con más serenidad mi mano en la parte interior de su elegante chaqueta, luego me incorporé al grupo y, con naturalidad, desaparecí de allí con la cartera.

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