Las descripciones que nacían de
las habladurías de un colectivo ocioso iban creciendo en su exageración hasta
convertir un simple hecho en un desbordante acto de fantasía. En un pequeño
pueblo que colindaba con otro, donde al parecer los jardines crecían en el aire
y los perros imitaban el maullar de los mininos, se aseguraba que durante una
lluvia torrencial de truchas naranja se acercó al Ayuntamiento, bajo un
paraguas chillón, una horrenda criatura con minifalda mitad mujer mitad
elefante, portadora en su trompa de un delicado cuerno de unicornio y un
currículum vitae para entregárselo a la señora alcaldesa.
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