Nos vimos de repente en la calle,
él hablaba por el móvil como siempre. Había pasado mucho tiempo desde que lo dejamos.
Y, en ese encuentro inesperado, sin poder esquivarlo, nos saludamos, e incluso
nos dimos la mano. Yo se la di mustia, como un trapo. Él la aceptó y me la
agarró fuerte. No abandonó la conversación que llevaba, seguía hablando
mientras me tenía cogida. Sus ojos me decían que enseguida estaría conmigo. Pero
mientras, anduvimos juntos bordeando el estanque donde nos tropezamos, dimos una
vuelta en barca y hasta entramos al supermercado; los dos cogidos de la mano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario