Algunas veces para sentirme feliz muerdo un lápiz Staedler HB y consigo
estar alegre, entusiasmado, lleno de
júbilo. Debo generar dopamina; la hormona de la felicidad. Otras no logro
sonreír ni mordiendo uno por uno todos los colores Alpino. Cuando eso ocurre me
vuelvo del revés y todo lo veo negro. Hoy es uno de esos días. Me ducho, me
afeito, me pongo el traje y me digo: ¡hala, voy a morirme! Y empiezo
alcoholizándome en cualquier bar para infundirme valor. Enseguida me da por
morder el borde de madera de la barra, por si la dopamina fluye. Pero nada;
sigo sintiéndome desdichado y con impulsos suicidas. Las cosas del destino
hacen que al salir del bar me tope con una pitonisa a la que dejo que me vaticine
el futuro. Hace su trabajo y me dice que le ha salido la carta del hombre que
vomita en la taza del váter. Que yo mismo…
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