En el techo del bar hay tres moscas. Llevan un buen rato sin moverse
del sitio y hacen que dude de su naturaleza animada. Parecen tres puntos
negros, tres pequeñas máculas sobre un gran lienzo blanco. Así podría titular
una pintura mía. Me despisto un segundo y desaparece una. Ha volado, supongo. Me
quedo observando las otras. Espero su movimiento, su revoloteo inquieto. Esta
vez mantengo la mirada. Contemplo la nueva creación –«Dos máculas sobre lienzo»–,
y permanezco absorto al espectáculo que el techo está por ofrecerme. La
sencillez de este hecho ordinario es el alma de mi ingenio.
Relato finalista en Wonderland el 04/02/2018
Relato finalista en Wonderland el 04/02/2018
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