Los conductores concienciados con el medio ambiente van por las ciudades
de atrezo con vehículos de cartón; con siluetas planas de bellos prototipos que
ellos mismos han confeccionado. Sus motores de estraza no se recalientan ni
echan vapores tóxicos, pero los automovilistas emiten ruidos exagerados con su
voz para demostrar su potencia. Estos vehículos humanos no contaminan, pero
perturban acústicamente las calles por las que circulan; existe un pique de
capacidades pulmonares. Un taxista conduce un coche destartalado, diseñado de
cualquier manera. Su voz prístina no está a la altura; no retumba. Seguro que aún
no ha pasado la ITV.
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