Un prodigio de la naturaleza vivía en nuestra casa. Era un fenómeno bastante
apacible cuando estaba de buenas, pero también podía llegar a ser extremo. Se albergaba
debajo de la cama de mi habitación, y dependiendo del clima que se respirara en
casa podía manifestar su exaltación. Era impulsivo, temperamental. Las discusiones
le afectaban mucho; sobre todo las malas palabras y los gritos ofensivos. En su
mirada airada había tanta maravilla como repeluzno; se revolvía eléctrico como
un rayo; era un huracán devastador que manifestaba su estado. La casa quedaba
destrozada, pero gracias a él todo volvía a su cauce.
No hay comentarios:
Publicar un comentario