Ya está todo preparado para que nazca. El cuello del útero se dilata.
La matrona le indica que debe empujar con fuerza, manteniendo el pujo el mayor
tiempo posible y lo haga coincidir con las contracciones. Enseguida se ve la
cabeza del bebé. Sale lentamente, fruncido en una mueca sobrecogedora y arqueando la pelusilla de sus cejas. Una
vez fuera mira en derredor y se ríe como ningún otro rorro lo ha hecho. No
llora. Su madre solo quiere sentir su peso en sus brazos, aun sabiendo que,
cuando crezca, ella será presa del llanto, los gritos y la histeria.
Relato finalista en Wonderland el 24/02/2018
Relato finalista en Wonderland el 24/02/2018
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