lunes, 4 de julio de 2016

LA COMUNIDAD

Cada día noto como se para mi corazón y luego vuelve a arrancar, igual que un vehículo destartalado con un motor defectuoso. No soy viejo. Solo tengo una predisposición genética a la muerte súbita. Puede llegar a controlarse, pero mi entorno no ayuda. Aquellos de los que nunca hablamos permanecen tras las paredes de nuestra casa y cada noche se les oye arañar los tabiques con sus garras mientras emiten espeluznantes alaridos que helarían la sangre a cualquiera. Mi mujer se incomoda cada vez que entro en shock, y me abofetea para que vuelva a este mundo inhóspito e inhumano. 

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